Columna


Las reformas educativas

RAÚL PANIAGUA BEDOYA

21 de junio de 2021 12:00 AM

La educación percibida como un medio debe tener claro los fines o los resultados que se esperan de ella. Las reformas en la educación tienen efectos a mediano y largo plazo. Las reformas empiezan a tener efectos de acuerdo con lo que se busca, tanto a nivel de formación para el trabajo, en ciencia y tecnología, en desarrollo industrial y agropecuario, como en especial para lograr los cambios que, a nivel global, como sociedad, se espera para toda la nación.

Lo que estamos evidenciando en estos días, respecto a los impactos de las reformas educativas desde los años 90 del siglo pasado, nos lleva a pensar que las consecuencias o los impactos esperados no fueron debidamente identificados o previstos. Veamos, por ejemplo: eliminar la formación cívica fue eliminar la opción de construir ciudadanos conscientes de sus responsabilidades y obligaciones con la sociedad a la cual pertenecían. Personas que al no asumirse como ciudadanos, desconocen sus roles en una nación en la cual cada persona debe tener criterios propios al tomar decisiones.

Eliminar la Historia fue introducir a unas generaciones en el más completo desconocimiento de lo que hemos sido, de nuestro pasado remoto y cercano, de desconocer de dónde venimos, de lo que nos ha sucedido como conglomerado social en las últimas generaciones y por lo tanto como dice la repetida frase, “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”. Adolescentes y jóvenes que empezaron a formarse una idea de la historia de su país, desde la televisión.

Excluir la Geografía es borrar las posibilidades de tener una conciencia de dónde estamos, de nuestras características espaciales, de las relaciones entre los pueblos con su entorno ambiental, geográfico y productivo; es propiciar la ruptura de las relaciones que sostenemos con nuestro hábitat, así como desconocer los riesgos de su destrucción y deterioro.

Eliminar las Ciencias Sociales nos llevó a la más profunda crisis de identidad, de pertenencia y valoración por lo nuestro, por lo que somos. Por eso, fue fácil que nos propusieran desde los medios de comunicación, que lo que nos unía era un equipo de futbol, que lo que identifica a los boyacenses eran sus ciclistas, que el Caribe se reconoce por sus boxeadores y así sucesivamente una serie de distorsiones que hacen inviable la construcción de una nación fundada sobre las diferencias étnicas y culturales.

Lo que nos están mostrando los hechos recientes es la urgencia de retomar la discusión sobre la nación que queremos dentro de algunos años, para introducir en la educación, las reformas necesarias, que nos posibiliten tener un lugar en el contexto mundial como una nación decente, digna y con claridad en las relaciones que sostenemos como ciudadanos.

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