Columna


Las vías de las desigualdades

Pero, ¿y por qué hay que llegar a los paros nacionales para reivindicar una justa posición social? ¿Por qué no estamos todos de acuerdo que las distribuciones del rédito (...)”.

SALVATORE BASILE FERRARA

11 de diciembre de 2019 12:00 AM

Desde los años 80 la vía de la desigualdad se ha abierto camino en todos los países del mundo hasta en los más civilizados, allí están hoy los paros generales en Chile, Francia y Hong Kong que demuestran la protesta de los más pobres, ya que los ricos han ido aumentando mientras el número de los pobres crece de manera exponencial.

Pero este es el capitalismo salvaje basado en un neoliberalismo despiadado, que culpa a los pobres de ser pobres, y perdona a los ricos sus acumulaciones de posesiones.

En primer lugar, esta falacia que los ricos volviéndose más ricos transforman esta riqueza en inversiones productivas creando puestos de trabajo, estimulando la economía a favor del bien común, es una historieta que se inventaron por razones claramente interesadas, en la mayoría de los casos esta riqueza se transforma en más consumos de lujo e improductivos cuyo efecto sobre el mercado es mínimo y cuando ya no hay botellas de champaña a diez mil dólares o carros Ferrari con manijas de oro, las inversiones que quedan son de natura esencialmente especulativa, casi nunca productivas.

Pero, ¿y por qué hay que llegar a los paros nacionales para reivindicar una justa posición social? ¿Por qué no estamos todos de acuerdo que las distribuciones del rédito y del bienestar debería ser más equitativas? y ¿cómo hemos resuelto el problema de la desigualdad? escondiéndola o neutralizándola con un creciente recurso a la deuda, al débito, se crea la ilusión de un bienestar que incluya a todo el mundo mientras la verdad es que solo una minoría se está enriqueciendo mientras la mayoría se entrega a la deuda.

¿Cómo es posible que un país rico como Colombia deba tener el récord americano de la concentración de la riqueza junto a Bolivia?

Y los números de la tenencia de la tierra son todavía más vergonzosos cuando una mínima parte de la población posee la mayoría absoluta de las tierras cultivables, y donde la ganadería sin ser una fuente de trabajo significativa aumenta la desigualdad, ya que hay más tierras para los animales que por el mismo campesino.

En estos días estoy frecuentando el barrio San José de los Campanos, sector Revivir, y veo con placer la buena actitud de las personas de la comunidad que no sienten amargura por su condición desigual, más están trabajando juntos a nuestra fundación Corazón Contento para el bien común, para crear un centro comunitario, que pueda acoger a los jóvenes, a los niños y a los de la tercera edad que ya están cultivando una huerta comunitaria, con sus propias manos y con la ayuda invaluable de Sena.

¡Gracias a Dios!

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