Columna


Lecciones de historia

CARMELO DUEÑAS CASTELL

02 de noviembre de 2022 12:00 AM

El mundo estaba advertido que, por sus venas, entreverados con la sangre derramada por sus ancestros y antecesores, corren presurosos los corceles de la adoración a la madre patria, la ambición de poder y la megalomanía desmedida.

Hace ocho años le entregó pasaporte ruso a todos los habitantes de la península de Crimea. Con ello pretendía deshacer de un plumazo la entrega que Stalin había hecho, en 1954, de ese territorio clave en el mar Negro a la República Soviética de Ucrania.

Durante siglos los zares, y el mismo Stalin, desplazaron rusos a diversos territorios como caballos de Troya que luego les sirvieron de excusa para invadirlos y/o anexárselos a la madre Rusia. Algo parecido hizo Putin durante los ocho años en los cuales el mundo durmió plácidamente mientras el nuevo Zar se preparaba.

Esta semana, un excelente artículo en The Economist plantea que, en pandemia, mientras el mundo se preparaba para la catástrofe viral y el caos económico por las semanas de confinamiento, Putin se metió, cual ratón de biblioteca, a revisar los viejos archivos que resumían glorias pasadas y epopeyas de un voraz apetito que no conoció límites.

Durante 1.000 años sus ancestros expandieron la santa madre Rusia hasta el pacífico en el oriente y en occidente hasta Crimea en el mar Negro. La lectura en tiempos de pandemia le sirvió a Putin para, dos años después, dar un discurso en el cual casi lloró por el otrora imperio ruso y preparar el terreno para, tres días después, invadir Ucrania.

The Economist afirma que Rusia ha olvidado 200 años de historia. En estos dos siglos la tendencia ha sido que la invasión es cada vez más exótica por ser menos productiva para el invasor. La interdependencia global, el aumento de la democracia, el altísimo costo que tendríamos que pagar todos, incluido el agresor en términos de vida y economía. Prueba de ello serían las costosas invasiones de Cisjordania, por Israel, de Kuwait por Irak, de Afganistán por Rusia y Estados Unidos. Además, estaría la amenaza nuclear. Sin embargo, la realidad es que hoy Rusia ocupa más del 15% de Ucrania. A pesar de casi 50.000 soldados rusos muertos el nuevo Zar ha convocado más de 300.000 nuevos soldados para continuar la guerra y ayer suspendió el acuerdo de exportación de cereales desde su privilegiada posición en Crimea amenazando con una catástrofe económica global.

La decisión de Putin puede parecer históricamente aberrante pero coherente con sus palabras en 2014: “Las personas con sus propios puntos de vista sobre la historia de nuestro país pueden discutir conmigo, pero creo que los pueblos ruso y ucraniano son prácticamente un solo pueblo, sin importar lo que digan los demás”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

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