La redacción de la Constitución del 91 tuvo como asesor semántico y sintáctico al filólogo villanuevero Orlando Llamas Mendoza. Una especie de centinela gramatical de la Carta Magna. Ejerció la pasión que lleva consigo como estudioso de la lengua desde los tiempos del Seminario en todo lo que tiene que ver con castellano y latín.
El siglo XX fue de lujo letrado para Villanueva. Lo inicia Pedro Sonderéguer, filósofo, poeta, novelista y periodista, cuya obra realizó en Argentina, y allá fue jefe de redacción de La Nación. Antonio “Repelín” Aguilar, cronista taurino de mitad de siglo, le dio lustre a su origen. Los educadores José Llamas Mendoza, Rubén Llamas Manrique y Leopoldo Arrieta ponderaron la academia en la ciudad, con planteles como: León XIII, Esaméricas y Liceo Cartagena, respectivamente.
Del siglo XXI, otro paisano, lingüista, docente, Óscar Castillo Castro, experimentado periodista cocinado en El Universal y Periódico de Cartagena, funda la Revista Margen, un medio informativo que ha crecido al compás de las circunstancias y de los hechos culturales. A esta misma generación pertenecen los comunicadores Arnulfo Acendra, destacado corresponsal y Silfredo Ligardo, que ha hecho TV a nivel doméstico y hoy en el Caribe.
El profesor Orlando Llamas nació hace 81 años en uno de los hogares de la plaza del pueblo, un día de la Candelaria; hoy retirado en la apacible Armenia, en el Quindío, donde reside con un hijo y rodeado de nietos. Lector impulsivo desde niño y celoso escritor, como que está entregado de lleno, en el “ensamblaje” de talleres y seminarios de redacción.
El pasado año fuimos al Eje Cafetero. Tres días en Armenia y visitamos a Llamas Mendoza. Fue grato escucharle su plática, le fluye con maestría y dicción propia de algún personaje salido de los clásicos del romanticismo español como esto: “Yo soy lo que soy como maestro, gracias a lo que aprendí con mis alumnos”.
Fue docente de prestigiosas universidades. Dictó talleres en la Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla, del Consejo Superior de la Judicatura cuando fue magistrado su extinto amigo Carlos Villalba Bustillo. En estos momentos se ocupa en un programa radial de la U. del Quindío, Portafolio Cultural.
Contrasta la fachada letrada de un pueblo con pasado de erudición, y un presente que trasiega de lo lúgubre de la angustia a lo sombrío de la zozobra por una juventud desenfrenada.
Se cumple con aquel pensador: “Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”.
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