Columna


Los de atrás

ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ

28 de julio de 2020 12:00 AM

Detrás de una imponente fachada se encuentra una mejor estructura, así funciona en el plano material y también para cualquier aventura que se emprenda. El trabajo en equipo es una necesidad creciente, implica la suma de competencias y esfuerzos que sinérgicamente disponen la llegada a buen puerto. Cuando sobrevengan logros, el crédito es colectivo y ante un indeseado fracaso, el pecho de todos los miembros debe asumir los resultados. Lo despreciable es participar con gusto del éxito, y, cual roedor en el naufragio, abandonar la nave en la adversidad.

El buen consejo es importante, más bien transcendental. Se requiere que entre aconsejado y consejero exista confianza a toda prueba, objetivos comunes y que ambos posean grandes virtudes, entre ellas, humildad, coraje, conocimiento, responsabilidad, discernimiento y alto sentido ético; de esta manera se garantiza que no habrá lugar a la manipulación del titiritero y tampoco la adulación servil e irreflexiva, las cuales hacen daño irreversible a los propósitos de la empresa.

Un líder positivo estimula y valora el compromiso grupal, escucha, no actúa por impulsos, mide las consecuencias de sus actos y evalúa con sensatez la franca opinión de su conjunto. No puede ser presa emotiva de los hipócritas aplausos, dejándose embriagar del ego que devora la cordura e invita a los desafueros, al perseguir fines individualistas que casi siempre conducen al cataclismo.

En la línea de confianza está la clave, quienes a veces no se ven, pero son la razón total del éxito o la desgracia. Un séquito perverso aconseja mal, mientras que los conceptos virtuosos dan buenos frutos. Un grupo con malignas intenciones bajo el liderazgo pútrido de Hitler, condujo a la segunda guerra mundial cuyos resultados fueron nefastos, en aquel entonces se dieron las condiciones perfectas para el desastre, la maldad de equipo, un líder ególatra e insensato y un círculo íntimo incapaz de llevarle la contraria y, muchas veces, con iniciativas más crueles y absurdas.

Los de atrás, aquellos que con su opinión endulzan o amargan el oído del jerarca, juegan un papel valioso en los destinos de la sociedad, siendo conscientes de tan alta responsabilidad deben tener en cuenta que la comunidad está alerta hoy más que nunca.

Ellos en la mayoría de los casos se conocen y serán juzgados en consideración del comportamiento notable, por eso, ante la sordera e inmadurez del regente, resulta mejor hacerse a un lado, pues se entiende que, como decía Benjamín Franklin, “Podemos dar consejos, pero no podemos dar conducta” y como espectacularmente lo recreó Friedrich Rückert, “Como viento en una jaula, como agua en una criaba, es el buen consejo en la oreja de la locura y del amor”, pues, es loable dar opiniones valiosas, pero donde sean consideradas, del resto será un desperdicio.

*Abogado.

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