Columna


Los expresidentes

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

03 de agosto de 2020 12:00 AM

¿Qué hacen los expresidentes?

Increíble que el expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien podría estar haciendo uso de buen retiro, en su paradisiaca finca, rodeado de sus bellos nietos, montando sus fabulosos caballos, está todavía dando la brega, pensando en el bien de los colombianos, en los temas de salud, educación y crecimiento económico.

No conozco a nadie con tanto amor a su patria. No descansa. Después de ser presidente ocho años, decidió seguir dando la batalla a favor de los colombianos en el Congreso de la República. Es tal vez el senador número uno, a quien le acompaña con gran liderazgo una bancada juiciosa de buenos congresistas. Trabaja dieciocho horas al día, se mueve más rápido que la luz, no presenta síntomas de agotamiento, todavía mantiene la voz fuerte para debatir las políticas que le convienen a Colombia. Y aguanta con estoicismo todos los ataques de la izquierda nacional por atreverse a ser el muro de contención del Socialismo del Siglo XXI.

Mientras tanto el expresidente César Gaviria Trujillo solo anda atento a sus apetitos burocráticos, cuyo objeto final es convertir al bueno de Simón en presidente de Colombia. O el por desgracia expresidente Ernesto Samper Pizano, que haciendo uso de la libertad de expresión, con su pésimo prestigio a cuesta, se mantiene en el lado oscuro de la historia política del país, expresando con enorme desacierto sus conceptos políticos, los que nadie se digna a escuchar.

El expresidente Andrés Pastrana Arango, quien se mantiene vigente desde el ostracismo natural que padece un ex, no con el brillo y la perspicacia de antes, a quien la patria le debe el fortalecimiento de las FF.MM, y sus buenas intenciones de hacer una paz genuina con la Farc, sin ceder en los inamovibles. Pastrana hubiera podido entregar todo y alzarse con el Premio Nobel de Paz.

O el expresidente Juan Manuel Santos: nadie le ha hecho tanto daño a una nación en ocho años de gobierno. Si Santos se hubiera quedado unos años más hubiese acabado con la institucionalidad de la República. La historia lo juzgará por intentar entregarle el país a un grupo de guerrilleros narcotraficantes que se ufanan de ser marxistas, con tal de ganarse un Nobel de Paz. Santos legaliza lo ilegal y hace posible lo imposible, convertir el narcotráfico en un delito político. Pervierte la independencia de los tres poderes público, dejando una estela de corrupción como nunca antes se había vivido. Y una nueva guerra; la del narcotráfico, al incentivar esa perversa industria ilegal, recibe 40.000 hectáreas de coca y entrega 250.000.

El expresidente se ufana de estar en afamadas juntas directivas y ser miembro de clubes selectos, pero sobre todo, instigando en la sombra lo que mejor sabe hacer: desprestigiar a quien fuera su promotor, el expresidente Álvaro Uribe Vélez.

*Arquitecto.

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