Columna


Lucho Bermúdez

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

18 de septiembre de 2017 12:00 AM

A Gustavo Tatis Guerra

“La música fue mi fascinación desde niño”, dijo un día. Lucho fue músico desde el vientre de su madre. De tan solo 4 años le dijo a su abuela Concepción Montes, quien era miembro de una estirpe de excelentes músicos, que quería ser músico. Y lo fue desde siempre, porque con tan solo 5 años reunía a otros niños para hacer una banda de músicos con los pitonguitos que fabricaba del tallo del papayo y las tapas de las ollas que hacían las veces de platillos.

Su tío abuelo José María Montes, autor de varias piezas musicales célebres, director de la banda musical de El Carmen de Bolívar, maravillado por la destreza musical del niño, le enseñó a tocar el flautín y a descifrar las enigmáticas claves del pentagrama.
Pero el instante supremo fue cuando su madre Isabel Acosta, quien lo había dejado a cargo de su abuela, y retornaba de nuevo a casa, le regala una flauta. Ese regalo fue la llave que abrió su universo musical. Aunque Lucho ya estaba predestinado. Nació en medio del prodigio económico del tabaco en El Carmen de Bolívar, donde la moneda que circulaba era el dólar. Allí en medio de ese auge y el llamado de la abundancia aparecen los extraordinarios músicos, los hermanos Mier Arias, quienes traspasan los aires indígenas de pito y gaita al clarinete e inventan el nuevo sonido que más tarde se conoce como el porro tapao. Era tanta la riqueza musical en ese pequeño villorrio que había hasta tres bandas musicales.

Así empieza Lucho su fantástica travesía por la música, tocando con tan solo 6 años en la banda musical de su tío José María. Con tan corta edad ya daba serenatas nocturnas, alegrando la vida de los enamorados y ganándose el aprecio y la admiración de todos.    .

Con Lucho Bermúdez se origina el formato orquestado de la música popular vernácula de la costa atlántica colombiana; la cumbia, el danzón, el fandango y el porro paleteado se visten de lino. Lucho, sin saberlo, convirtió su región en un universo, donde todo cultor de la música se mira con regocijo. Lucho entonces internacionaliza la cumbia, hoy la cumbia se oye en todo el mundo.

Bermúdez  funde los cimientos y construye la estructura del inmarcesible edificio de la música colombiana. Se podría decir que su orquesta enseñó a bailar a los colombianos, sobre todo a los del interior del país, con sus melodías melosas con formatos de “big band”, influenciado por las grandes bandas de jazz de Norteamérica. Lucho hace del porro el jazz nuestro, y no es desacertado decirlo, ya que Bermúdez libera su clarinete e improvisa hasta el paroxismo con sonidos agudos y dulces como la caña de azúcar de los Montes de María. Aunque la estructura musical de su melodía es precisa y profundamente matemática, tal vez por la memoria aritmética que heredó de su padre, Luis Eduardo Bermúdez Pareja, quien fue un gran matemático e ilustre profesor de esa materia.

gabrielrodriguez@ibrinmobiliaria.com

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