Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

09 de julio de 2017 12:00 AM

La literatura histórica conocida sobre la separación definitiva del Istmo de Panamá da cuenta de dos sucesos bautizados en idioma francés, el Petit Panamá y el Grand Panamá. Pero consumada la amputación, hubo un tercer episodio que yo llamaría el Post Panamá, tan increíble y sorprendente que podría tomarse como un invento de la imaginería popular por la forma y los personajes que entraron en escena.

Sin embargo, la historia no miente y es innegable cuando registra los hechos como fueron, y esta que hoy cuento fue melancólica y deprimente, y ocurrió casi enseguida del 3 de noviembre de 1903, 17 días después. Para eso, el remordimiento de Marroquín consiguió que se prestaran cuatro generales: Lucas Caballero, Jorge Holguín, Pedro Nel Ospina y Rafael Reyes. Los tres últimos serían presidentes de la República.

El presidente Marroquín cometió la candidez de comisionarlos para que le propusieran a la Junta de Gobierno de la ya independiente Panamá que renunciaran a ser Nación para convertirse en la capital de Colombia. El portazo fue instantáneo a ese gesto de amabilidad tardía. Era un anzuelo inservible el de esos ilusos pescadores de tierra fría. Nadie acepta que le gestionen una reculada luego de ganarse una larga y dura batalla.

Unas cortas memorias de don Tomás Arias y el acta de las reuniones fallidas con los cuatro generales, que existen, dejaron en los rines la avivatada cachaca. Ambos son documentos clave del Post Panamá, un oso que no se sabe cómo no tronchó las carreras de Holguín, Ospina y Reyes, que resultaron más ingenuos que los calentanos del Istmo. Al fin y al cabo no es otro, no puede ser otro, el balance de lo sucedido con los triunviros panameños.

Por ese fracasado viaje en el vapor Canadá no hubo prensa hostil ni contra Marroquín ni contra sus ilustres comisionados. Lo único que destacaron los periódicos fue la frase cínica del presidente cuando cayó el rayo de la separación: “Me entregaron un país y les devuelvo dos”. Y aquella otra con la cual recibió al general Ospina al atender su llamado: “Hombre, Pedro Nel, fue necesario perder Panamá para volverlo a ver por aquí. No quepo de la alegría”.

Me referí hoy a esta petite histoire porque, por estos días, algunos medios han revivido la alharaca contra el crucero de la ex presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ruth Marina Díaz, por invitación de sus amigos de la Rama Judicial, un hecho menos vergonzoso que aquel Post Panamá que Marroquín orquestó, como otra excursión turística, y que no pasó del disfrute de un menú con abrebocas, entradas y dos platos fuertes opcionales: bacalao a la vizcaína y entrecote maître d’ hotel aux pommes pont-neuf, y de unas hermosas décimas que Holguín, como buen poeta, improvisó, a pedido de Reyes, ante el monumento a Colón en la ciudad de su nombre.

carvibus@yahoo.es

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