Columna


Michel Barbur

WILLY MARTÍNEZ

29 de junio de 2022 12:00 AM

Michel creció acompañando al campo a sus tías Ivette y Hortensia Chejuan. En fincas ganaderas se acostumbró al aroma de la boñiga y la leche fresca al comenzar el ordeño en la madrugada. Así lo conocimos antes de su matrimonio con Piedad.

Los seres humanos especiales como los buenos pastos solo necesitan alcanzar inviernos de amor. Crecen para servir y a su alrededor van produciendo bienestar. Son gestores de buenas obras, siguen con entusiasmo los adelantos del hato, el nacimiento del ternero y aprecian las flores del matarratón que caen por la orilla de las cercas medianeras.

Michel empleaba la lógica y sencillez del campesino. Lo acompañé una vez a ‘La Frontera’, en ese predio todo funcionaba de acuerdo a los mandatos de la naturaleza y por los sabios consejos de la tía Ivette. Me he referido antes a su padre y a su tío, los hermanos Elías y Teófilo Barbur, y al tiempo aquel cuando el ‘Nene’, hijo de la cocinera de don Teófilo, fue mi socio en ‘Ángeles Somos’.

Fundó el Restaurante Ranchería y bajo la tutela de su tía Ivette dieron vida a la subasta ganadera. Allí convocan a ganaderos pequeños y grandes, generando trabajo y bienestar. Hablaba con Ricardito Amín, Óscar Corrales e Hiclyn Hernández, cómo Michel y su familia han motivado la actividad del comercio ganadero local. Sin duda, la subasta ganadera Subacosta y Cabalgar, son en el Coliseo de Ferias los promotores del desarrollo agropecuario en el departamento de Bolívar.

Muy dura la partida de Michel. Fue miembro ejemplar de la familia, donde sus hijas motivaban su esfuerzo empresarial. Recuerdo a la tía Ivette caminando potreros, dando los mejores consejos en el manejo de las fincas, el buen uso de forrajes y la salud animal. Michel aprendió de ella hasta el más pequeño detalle de ese oficio.

Amante de la buena mesa desde las delicias gastronómicas árabes de sus ancestros, hasta el exquisito sancocho rural hecho con leña, siempre fue generoso anfitrión. Se excedía en numerosas viandas servidas en rústicos mesones de madera. Allí nada faltaba, porque la fragancia y el aroma de la olla humeaban con la brisa, dándole aliento a la música de acordeón y a los cantores de esos paisajes vernáculos y mágicos de la Ciénaga de Luruaco en ‘La Frontera’.

Se hizo querer por familiares y amigos. A su sepelio acudieron cientos de ellos para darle el último adiós. Cuando próximamente se anuncien los ganados en la subasta, se recordará su voz y al escuchar el sonoro golpe del martillo habrá un silencio en su honor. Mientras los terneros se alistan para partir a su nuevo destino, ya Michel estará en el suyo al lado del Señor, en la frontera celestial de la eternidad.

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