Fue testigo de 8 siglos de historia. Con seguridad, lo más importante ocurrió en 1804. En cinco años él regresó triunfante de Egipto, lideró a un pueblo, derrotó al imperio Austro-húngaro y para mayo ya era emperador. Pero dejó pasar más de 6 meses para agigantar la trascendencia del acto. A la sazón, invitó al Papa Pío VII, lo alojó en las Tullerías pero le advirtió, para que no se llamara a engaño, que la coronación sería muy diferente. El marco no podía ser más grandilocuente: en el corazón de París, en la Isla de la Cité. El imponente cuadro de La Consagración, que adorna toda una de pared del Louvre, nos ha hecho testigos a todos de la pompa y magnificencia; bajo la hermosa arquitectura gótica de Notre Dame, Napoleón convirtió al papa en un simple testigo. Con 35 años, usando todos los símbolos de Roma y Francia, se coronó a sí mismo y a su esposa. La gigantesca catedral, emblemático símbolo de la cultura occidental, patrimonio icónico de occidente, que había sobrevivido a revoluciones y a dos guerras mundiales, fue casi reducida a cenizas por un trágico albur. Todo indica que ya hay cerca de 500 millones de euros para su reconstrucción. Se requerirá más dinero y años para que vuelva a erigirse como la describió Víctor Hugo, Nuestra Señora de París. Una cosa era la catedral como edificación y otra lo que representa y los tesoros invaluables que albergaba, el Manto de San Luis, entre otros; todos ellos seguirán resguardados bajo sus hermosos arcos; la catedral, patrimonio de la humanidad, será reconstruida. Probablemente más hermosa que antes.
El buen nombre, el patrimonio moral de un individuo se construye toda la vida, se quema en segundos y es imposible reconstruirlo. No sé si el profesor Mockus sabía de su inhabilidad. Todo indica que legalmente estaba impedido. Las altas cortes analizaron su conducta con inusual rapidez. Más allá del juicio legal quiero creer que el profesor actuó de buena fe. Se trata de una decisión legal en un juicio ético con consecuencias políticas. El país pierde mucho con la ausencia del senador, pero perdería mucho más si, como los demás políticos, trata de perpetuarse con triquiñuelas y en desmedro de sus principios. Lo imagino parodiando a Cicerón: “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”. Como dije, la catedral se reconstruirá, sin embargo, no sé si me alcance la vida para volver a verla en todo su esplendor. Tampoco sé si volveré a ver a Mockus como senador, solo espero que, con la decisión de la Corte, se haya quemado al político y de las cenizas resurja el líder, el ejemplo y faro que siempre ha sido y que cuando se bajó los pantalones fue para dejar en evidencia que, a diferencia de otros políticos, él no tenía rabo de paja. Lo dijo Russell: “La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica y otra que practica y no predica”.
*Profesor Universidad de Cartagena
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