Columna


Mr. Donald: ¿cúal es su EPS?

HENRY VERGARA SAGBINI

12 de octubre de 2020 12:00 AM

Desconcertados, es la palabra exacta que describe el rostro de sabios e investigadores al enterarse de la milagrosa recuperación del todopoderoso e impulsivo inquilino, número 45, de la Casa Blanca.

Seguramente los científicos, en todo el planeta, tendrán que revisar, con paciencia y escepticismo, las distintas teorías y realidades acumuladas desde el momento en que esa manada de minúsculos vampiros se escaparon del asqueroso mercado de Wuhan, dispuestos a exterminar a los humanos declarándose dueños y señores de los cinco continentes.

Y es que desde el momento en que el doctor Sean P. Conley, jefe médico de la Casa Blanca, confirmó que Donald Trump dio positivo para Covid-19, inició un rescate farmacológico sin precedentes, inaccesible para el resto de los mortales que, como en mi caso, permanecemos aculillados, con el credo, la Ivermectina y la Dexametasona en la boca, vestidos de astronautas, cuando por obligación damos pasitos fuera de la cueva.

Sin pérdida de tiempo le transfundieron coctel de anticuerpos experimentales junto a protocolos terapéuticos top secret, reservados exclusivamente para aquellos pacientes que encajen en el síndrome ‘VIP’: Personaje Muy Importante.

Todo presagiaba su inminente contagio, pero a él no parecía importarle su average: 74 añitos y peso de elefante; aun así se burlaba del tapabocas y, como político que se respete, abrazaba a todo aquel que se le atraviesa, lavándose las manos solo cuando le conviene.

Sin embargo, esta presa apetecida por el enigmático coronavirus, cuarenta y ocho horas después de hospitalizado, salió triunfante, caminando como si le hubiesen cauterizado una inofensiva verruga.

“Me siento perfecto”, declaró el presidente - candidato mientras saludaba a sus incrédulos partidarios, al mejor estilo de Superman después de noquear al gigante que amenazaba con volver cenizas los rascacielos de Nueva York.

Lo cierto es que la ciencia médica y la ética predican que no hay nada distinto entre el organismo perfumado de un presidente y el del sudoroso sisbenizado, al menos es lo que reclaman algunos idealistas atrincherados en sus ingenuos dientecitos de leche.

Soñar no cuesta nada. Si me permitieran hablar con Mr. Donald Trump, le preguntaría el nombre de su EPS, a ver si los colombianos nos afiliarnos a ella evitando así tutelas y desacatos hasta para reclamar una humilde Aspirina. Y una ñapa de su intimidad: ¿Cuál es el nombre del acerado afrodisíaco que utiliza el Caballo Viejo para mantener contenta a Melania, su joven, bella y silenciosa potranca? ¿O son las ventajas de Superman?

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