Columna


Ni tan contrasentido

Las regalías son una retribución por los daños ambientales que la explotación de los recursos naturales no renovables puede causar en un territorio.

JAIME BONET

14 de abril de 2019 12:00 AM

Para el exministro Mauricio Cárdenas no tiene mucho sentido que el presupuesto de regalías se maneje independiente del presupuesto general de la Nación, ya que mientras en uno hay excedentes, en el otro no y desafortunadamente lo que le sobra a uno no puede usarse para tapar la pérdida del otro. Este es un argumento que el círculo de economistas bogotanos viene comentando y propone la unión de presupuestos para cubrir parte del déficit del gobierno central. Si se mira la lógica de las regalías y el comportamiento fiscal de los gobiernos locales, el manejo independiente no suena tan contrasentido.

Las regalías son una retribución por los daños ambientales que la explotación de los recursos naturales no renovables puede causar en un territorio. La Constitución de 1991 ratificó esta posición al declarar que estos recursos eran propiedad de aquellos territorios afectados por la explotación y el transporte del recurso natural no renovable. Bajo este argumento tiene mucho sentido que los que sufren los efectos negativos de la explotación reciban una compensación. De allí la necesidad que las regalías no entren a la bolsa de recursos de la Nación, sino que se manejen independientemente.

Otro argumento es el manejo fiscal que han tenido los gobiernos locales en el país. Luego de la creación de la regla fiscal subnacional (Ley 819 de 2003), los departamentos y municipios han mantenido un balance fiscal positivo. Lo contrario ha ocurrido con el Gobierno nacional central, el cual registra un déficit a pesar de la existencia de una regla fiscal nacional (Ley 1473 de 2011). Son dos cuentas separadas en donde unos cumplen la regla y otros no. ¿Por qué unos tienen que asumir el mal manejo del otro?

Algunos aspectos del Sistema General de Regalías (SGR) deben revisarse. Es claro que hay problemas de ejecución que deben corregirse a través de un acompañamiento en el diseño de proyectos de inversión a los gobiernos locales. También deben definirse unos incentivos claros que orienten las regalías a proyectos de impacto regional y no a la atomización vigente. Además, estableciendo ciertos límites, debería también contemplarse que financien gasto recurrente, a lo mejor valdría la pena vincular esto al aumento de los recursos propios del ente territorial.

No debe perderse de vista que las regalías se crearon como una retribución a los territorios afectados por la explotación de los recursos naturales no renovables. La idea de que sea un presupuesto independiente del presupuesto general de la Nación tiene sentido para preservar este propósito, así como el hecho de que los municipios y departamentos mantienen un equilibrio fiscal.

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