Hoy muchas personas tratan de salir adelante. Con gran esfuerzo y fe se adentran por el camino de extensos estudios académicos que les permitan acceder a fuentes de trabajo formal o interesantes emprendimientos. Otros se aventuran por los laberintos de la informalidad al carecer de oportunidades, por esa misma razón un grueso número llega a los sótanos de la delincuencia. Definitivamente, las exigencias de la sociedad son muy altas en comparación con los medios sanos para lograr satisfacerlas, lo que explica la recurrente innovación de quienes se rehúsan a mantener la pasible resignación ante la amenaza de un triste destino. La necesidad tiene algo bueno, sirve de estímulo efectivo a la creatividad. Ello puede explicar la creciente tendencia humana por la creación de contenido en redes sociales. En algún momento de la historia reciente alguien con visión y tacto incursionó en ese plano, y por ahí directo aparecieron miles de personas tratando de imitar el oficio con la pretensión de éxito y riqueza, incluso recurriendo al ridículo y la vulgaridad. Lastimosamente, por algún motivo casi que esotérico, muy pocos logran el objetivo así desnuden su escudo de respeto y a veces su cuerpo.
En el escenario político sucede algo parecido a nivel nacional y local. El presidente actual llegó a la Casa de Nariño sin tener una amplia carrera en lo público, de hecho, los contendores que saborearon el trago amargo de la derrota eran más conocidos y con mayor trayectoria –sin que eso signifique que eran mejores–. Aun así, el aval de un influyente líder y el miedo fundado por las condiciones precarias del vecino país fueron factores que inclinaron la balanza. A la Alcaldía de Cartagena llegó, inesperadamente, un personaje diferente que supo utilizar las redes sociales y por ese medio gritó a los ciudadanos aquello que justamente estaban deseosos de oír; señalamientos explícitos y sin censura frente a las formas de corrupción de las cuales, ciertas o no, el pueblo estaba y aún permanece aburrido. A eso se le sumó el evidente malestar de la sociedad con la clase política tradicional y las pocas soluciones a las problemáticas sociales. El otro ingrediente sigue siendo un secreto, pero, contra todos los pronósticos el veedor se posó con el cetro.
Las circunstancias enlistadas han generado la condigna emulación, bajo la consigna ‘cualquiera puede ser presidente, alcalde o influencer’. Eso explica la cantidad de postulados que asoman la cara con pretensión de poder, riqueza y éxito, incluso a riesgo de ceder su intimidad, tranquilidad, prestigio, carrera, trabajo y estudios; pues la esperanza ahora es más grande, hay pruebas fehacientes de que se puede. El problema es que no siempre suena la flauta.
Abogado.
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