Columna


Notas judiciales

JORGE RUMIÉ

04 de agosto de 2017 12:00 AM

Me comentaba el otro día un abogado sobre la cantidad de denuncias que se están presentando en la Fiscalía relacionadas con un mismo delito. Resulta que ya son numerosos los restaurantes del Centro Histórico que se vienen quejando de un señor misterioso que llega a cenar a sus establecimientos (nunca para el almuerzo), ordena la mejor comida y bebida del lugar, y cuando pide permiso para ir al baño, desaparece sin pagar la cuenta. Nadie lo ve. Se lo traga la tierra. Y por mucho que lo buscan, no aparece. El misterio es total. Ni siquiera las cámaras en la salida lo han podido filmar. Pero el inconveniente grave es que los empresarios de la gastronomía piensan que la Dian está usando “métodos paranormales” para investigar la posible evasión del IVA.

Con semejante intriga sobre el “fantasma del Centro Histórico”, lo menos que podía hacer era visitar a la Fiscalía. El problema es que cuando te apareces por las tierras judiciales, pierdes la concentración ante la avalancha de historias y disputas inverosímiles. Imagínate, estimado lector, que no me había bajado del vehículo cuando me tocó ver la pelea de dos familias –con sus respectivos abogados en cada bando- que se denunciaban mutuamente por construir un “muro” tipo “fast track” entre sus casas. Y cuando se fueron a los insultos, la matrona de un bando quedó resentida con la otra porque la llamó “cara de Odebrecht”. La ofendida, quien pensaba que “Odebrecht” era el nombre de un purgante inglés, le contesto: “Si no me quitas el muro, te hago un túnel a lo Chapo Guzmán y te friegas”.     

Pero la cosa no termina allí. También supe del caso de un campesino que jamás había conocido la televisión. Y cuando la esposa le regaló una y vio a “las chicas Águila” bailando en un comercial, el marido salió corriendo donde su suegro y le exigió una compensación por daños y perjuicios. “Que él no sabía que tenía 20 años casado con una ‘guartinaja’ y demandaba el pago de una indemnización”, le dijo al juez.

Por eso digo que al país le falta un tornillo. Fíjate que también me encontré en la Fiscalía con otro abogado quien acababa de denunciar al electorado colombiano por “bruto”. Cuando le pregunté en qué se basaba para dicha imputación, me respondió: “Y cómo no denunciarlo, si es que tenemos 40 años de estar calificando mal al Congreso con apenas un 10% de favorabilidad, y cada elección que viene elegimos a los mismos que descalificamos en las encuestas.”

La verdad, aún me pregunto si mi visita fue a la Fiscalía de Cartagena o la de Macondo. 

Jorgerumie@gmail.com

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