Columna


Nuevo plan de desarrollo

HÉCTOR HERNÁNDEZ AYAZO

22 de diciembre de 2013 12:02 AM

Jubilosos reclaman albricias los sectores vinculados a la administración pública de Cartagena porque la ciudad cuenta con un nuevo plan de desarrollo: al fin se hizo la luz y sabemos para dónde vamos. Ello gracias a los concejales y al alcalde Vélez.

La algazara que anuncia la buena nueva me provoca escepticismo. Basta preguntarse qué ha sido de tantos planes de desarrollo aprobados para Cartagena, desde cuando esa herramienta de ordenamiento del progreso se comenzó a ensayar. Es suficiente iniciar un inventario de las tareas que, con la llegada de cada alcalde, aparecen sempiternamente como apremiantes necesidades y que nunca pierden ese carácter porque jamás se materializan, para palpar entonces que esos tales planes merecen menos aplausos de los que reciben.

Para impulsar el traslado del mercado de Bazurto nos bastaba con una sentencia judicial que va camino de incumplirse y junto a ese proyecto encontraremos otros que son letanías repetidas sin convicción ni propósito serio de convertirlas en realidad, como nuevas vías, muchos miles de viviendas dignas para las decenas de miles de habitantes de la ciudad que perviven en tugurios, el mejoramiento de la salud y de la educación, la seguridad ciudadana y tantas otras.

La realidad, en la historia de esta nuestra urbe, es la de grandilocuencia en los planes y frugalidad extrema en las realizaciones. Modestas obras como el arreglo de unos pequeños parques es cuestión de años, y a veces de jamás culminar. Lo que necesitamos no es más planes, aprobados en costosas sesiones del Concejo, sino la decisión de culminar lo inacabado y acometer con prontitud y eficacia lo que viene decidido y necesitado desde mucho atrás pero no se emprende.

Si el Alcalde quiere, mucho puede. Cuando los alcaldes no eran elegidos popularmente, la ciudad tuvo épocas de empuje y brillo. Hoy, al parecer, a la alcaldía se llega más con afanes políticos que con preocupaciones cívicas. Mucho tiene que ver en el asunto el altísimo costo de las campañas que determina la preventa de la ciudad. Así el alcalde se convierte en un gran repartidor de jirones del distrito entre quienes apostaron a su causa y así los grandes proyectos quedan huérfanos de interés y de impulsores serios, pues lo que cuentan son los contratos y gajes que de ellos pueden desprenderse.

En esta coyuntura, se escuchan temores porque la principal preocupación en las esferas del distrito sea la elección del hermano del Alcalde como senador. Porque es muy difícil convencer a los gobernados, con solo palabras, que el funcionario permanecerá impasible ante las vicisitudes electorales de un hermano, cuyo principal equipaje político es la consanguinidad con el Alcalde, es menester que éste adopte visibles conductas inequívocas de imparcialidad.


h.hernandez@hernandezypereira.com

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