Columna


Otro enfoque

“Cada país tendría que controlar sus fronteras en lugar de ordenarles a otros que lo hagan. Sin embargo, hasta ahora el planteamiento colombiano ha sido un quejido lánguido...”

MIGUEL YANCES PEÑA

15 de abril de 2019 12:00 AM

Ecuador y Venezuela se escudaban, años atrás, en la responsabilidad que le correspondía a Colombia por el ingreso de guerrilleros a sus respectivos países. No parecían entender que los países, todos, salvo los que tienen regímenes comunistas, vigilan sus fronteras para prevenir el ingreso de individuos, no para evitar que salgan.

Esa lógica inversa del comunismo obedece a qué si no restringen la salida, corren el riesgo de que sus mejores hombres escapen, y se conozca la realidad que tratan de ocultar. Y en esos países, a diferencia del resto, el control de inmigrantes pierde importancia, porque nadie, con un razonable grado de cordura, pensaría en irse a vivir a un país comunista. Ni siquiera los comunistas nuestros, porque como lo veo, a ellos no es que les guste el régimen en sí, sino el poder que obtendrían al implantarlo.

Bueno, ese concepto universal de vigilar las fronteras para evitar intrusos, también se aplica a las mercancías. Y si se me permite el paréntesis, podría afirmar sin tener más pruebas que la lógica y el sentido común, que los grandes contrabandos de mercancías se financian desde el país de origen. Y ¿por qué no? por los mismos fabricantes: los riesgos son menores para ellos, porque las mercancías son excedentes industriales con un costo marginal de producción bajo, buscando nuevos mercados. Por el contrario, un contrabandista profesional tendría que invertir millones de dólares, para lograr una ventaja competitiva, pero asumiendo riesgos de decomiso en el país destinatario.

Si es así para el flujo de individuos y mercancías, ¿por qué no aplicar la misma lógica a las drogas? Cada país tendría que controlar sus fronteras en lugar de ordenarles a otros que lo hagan. Sin embargo, hasta ahora el planteamiento colombiano ha sido un quejido lánguido y prolongado (que nadie escucha) exigiendo el control de la demanda, mientras que se le ‘exige’ mantener una guerra para reducir la oferta. Todo al revés: la escasez incrementa el precio y los estímulos a la producción; la reducción de la demanda disminuye el precio y esos estímulos. Como los comunistas que controlan la emigración, en lugar de la inmigración.

Hace unos 50 años el producto de exportación era la marihuana, y la producían en La Guajira. Los mafiosos eran individuos exóticos, y el consumo interno muy reducido: ser marihuanero era sinónimo de maleante, la gente les temía. Mientras que hoy en lugar de aquel cigarrillo de tabaco en labios de un actor de los años 50-60, se ve un pucho de marihuana en los de los actores más jóvenes

El presidente saliente impuso una ‘paz’ basada en dejar hacer, y obvio, si no hay persecución no hay enfrentamientos. ¿Qué paso? Se incrementaron las áreas cultivadas. No obstante, por primera vez un presidente colombiano comprometido, porque está en juego la salud mental de la juventud, anuncia que solo les rinde cuentas a los ciudadanos.

*Ing. Electrónico, MBA.

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