Columna


‘Padillita’: gladiador de bata blanca

HENRY VERGARA SAGBINI

02 de noviembre de 2020 12:00 AM

Patricia, la esposa de Luis Ramón Padilla Pestana, le escuchó decir que el día de su partida anhelaba estar junto a ella, saboreando un tinto o una copa de vino frente al Mar Caribe, contemplando la puesta del sol y declamando los versos de Neruda. Pero no fue así: se marchó en su ley, batallando contra enemigos voraces e invisibles, como lo hizo siempre, usando, como única coraza, su bata blanca y su imbatible sonrisa.

‘Padillita’, gigante del decoro y la tenacidad, se marchó para siempre el pasado 15 de octubre, cinco días antes de celebrarse el Día Internacional del Pediatra, instituido desde 1973 para rendir honores a ese ejército silencioso y corajudo que asume el compromiso de proteger a los seres minúsculos y frágiles, que ponen en sus manos.

Los pediatras nacen y envejecen con alma de niño, luego adquieren sabiduría y habilidades en el crisol del maestro hasta convertirse en expertos en zurcir, con hilos de ciencia y esperanza, el corazón de la madre atribulada.

Todos esos requisitos los cumplió con holgura el doctor Luis Ramón Padilla al ser escogido como residente de pediatría de la Universidad de Cartagena, y en 1991, después de tres años de estudio y trasnocho, recibió la patente acreditándolo como especialista en el cultivo y protección de niños.

Como sanador trashumante recorrió casi toda la Costa Caribe hasta cuando, finalmente, retornó a su Cartagena del alma y al Hospital Infantil Napoleón Franco Pareja, vientre fecundo en la formación integral de pediatras, desde la Navidad de 1947, para los cinco continentes.

‘Padillita’ amaba profundamente su profesión y, apasionado por la docencia, recorría, sin límite de tiempo, las salas de hospitalización de la Casa del Niño, rodeado de polluelos de pre y posgrado de la Universidad del Sinú.

El optimismo y la humildad fueron su esencia, tanto que sus hijos Luis Ramón y Patricia, al igual que sus alumnos, no entendían por qué, al mismo tiempo que los amonestaba, les sonreía.

Sin embargo, arrugaba el ceño frente al holocausto engendrado por la ‘Ley de los 100 embudos y sus espinas complementarias’, sumado a los proyectos 010-331/20, siameses aún más voraces, próximas a nacer en el Congreso, usando fórceps mercantilista.

Poco importan los 16.455 trabajadores de la salud contagiados en Colombia enfrentando la insaciable pandemia, tampoco los 200 fallecidos de los cuales 80 son médicos –cuatro pediatras–, incluido ‘Padillita’ con su bata blanca y eterna sonrisa, jamás un gerente de EPS.

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