La polémica desde diferentes sectores gira en torno a al procedimiento policial de incautar y destruir la dosis mínima a los ciudadanos en espacios públicos.
Llamo la atención en puntos que son evidentes y sobre los cuales es necesario actuar: cada vez más crece el número de consumidores en el país. Con lo difícil que siempre resulta decirlo, nuestro territorio era hasta hace muy poco un país productor de sustancias psicoactivas, pero hoy nuestros jóvenes consumen en grandes cantidades.
De acuerdo con el Observatorio de Drogas de Colombia, creció el consumo de sustancias (marihuana, cocaína, bazuco, inhalables y éxtasis) del 12% del total de la población en el 2011, al 13,4% en 2016. Hoy, con el mayor ingreso per cápita, nos damos cuenta que el consumo de droga en Colombia es alarmante y ya es hora de hacer frente de manera contundente a este flagelo.
Por supuesto que tienen que fortalecerse el control y represión para que esto no se siga dando, pero también tenemos que pensar en la prevención. Es importante garantizar la atención integral a los consumidores adictos a las sustancias psicoactivas, por lo que es fundamental que el Ministerio de Salud, sin más dilataciones reglamente la Ley 1566, que desde 2012 se creó.
Quienes hemos tenido familiares con las consecuencias de depender de las drogas, sabemos lo difícil que es no solo la atención que se requiere sino lo que significa su impacto en el núcleo familiar.
Es fundamental que los organismos de autoridad y control que estén involucrados, compartan información y en conjunto se den los procesos para capturar y judicializar a los responsables de este mal. Los jíbaros preocupan y nos inquieta cómo vienen utilizando nuestras ciudades para distribuir los productos y utilizarnos como corredores del narcotráfico.
Así mismo, como todo producto de alto consumo, distribuir sustancias psicoactivas requiere de procesos de producción y distribución en grandes cantidades, las cuales por supuesto hay maneras de controlar, como los precursores que son materia prima, la acetona por ejemplo, la cual requiere de condiciones especiales de importación, pues la producen laboratorios de otros países. La pregunta del millón entonces es: ¿cuáles son las verificaciones que hoy hacemos?
Por último, apelo al rescate de valores y programas de prevención. No podemos seguir aceptando que nuestros niños, adolescentes y jóvenes sean objeto de los grandes traficantes y detractores de nuestra sociedad. La solución está en manos de todos, no es fácil, pero tenemos que asumirla.
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