Columna


Paz y justicia

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

18 de agosto de 2013 12:00 AM

La paz y la justicia son grandes anhelos de los colombianos para vivir una vida digna, sana, alegre, próspera, sin temores, llena de amor y solidaridad entre todos.

Qué difícil es el reto. Desconfiamos unos de otros. No sabemos qué intenciones ocultan los corazones, ni si los esfuerzos de paz son estrategias de refuerzo ideológico y militar de los guerrilleros y no sabemos si el país propiciará más justicia y oportunidades para muchos, en un ambiente de libertad y tranquilidad.
El camino para avanzar es el de la conversión del corazón a Dios, para ser transparentes, sin dobles intenciones ni agendas ocultas, buscando entre todos deponer la violencia, odios y resentimientos y construir una mejor patria, incluyente, que trabaje con amor y honestidad por cosas positivas, educación y oportunidades que generen verdadera prosperidad para todos.
Las lecturas del evangelio* de hoy son bastante paradójicas. Jesús, el verdadero rey de la paz, nos dice que vino a dividir. ¿Cómo se explica?
El eje de la división es entre la verdad y la mentira, bien y mal. Jesús desenmascara la mentira y el mal y eso perturba al que quiere estar en ellos, lo que origina rechazo y discordia con quienes, siguiendo a Jesús, propicien la verdad y el bien. Es preferible la división que rendirse ante el mal. Jesús nos trajo el fuego de su amor como arma de combate.
Lo podemos entender mirando la cruz de Cristo y el martirio de tantos que obraron según sus enseñanzas y han sido resistidos por la maldad humana. El pecado nos lleva a resistirnos ante el bien. Nos dice San Pablo*: “Librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús.”
La oración, comunicarse con Jesús, nos abre a su acción en nuestra vida para que su gracia trabaje en nosotros, corrigiendo lo que nos distancia de la verdad y del bien. Abrirle el corazón, acogerlo a pesar de las resistencias interiores y de los demás, nos revela el camino de la felicidad y de la libertad.
Hagamos una gran campaña de oración por la paz, la justicia y la conversión, uniéndonos al clamor de las madres de nuestro ejército y de todos quienes son víctimas de la violencia, los secuestrados, así como también las madres de los guerrilleros, paramilitares y demás violentos.
La paz es un don de Dios. Para conseguiría, necesitamos una gran conversión del corazón para que vivamos el bien de acuerdo a los principios divinos, creciendo cada día en bondad, amor, respeto, justicia, honestidad, valoración de la dignidad de la vida, de la familia, del trabajo, de la sana convivencia y de la solidaridad.

*Lc 12, 49-53; Hb 12, 1-4
judithdepaniza@yahoo.com

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