En el fútbol pasa que nadie se acuerda cómo un equipo ganó los campeonatos, no importa ya si jugaba bien o mal, si compraba a los árbitros, o si contrataron a sus figuras con dineros ilícitos. De lo que se habla en concreto es de la cantidad de títulos que consiguió para quedar entre los “grandes” de la historia. Como en todo espectáculo, la memoria prefiere quedarse con los mejores momentos.
Así pasa en la política, la mayoría de los ciudadanos olvida cuántas escuelas se dejaron de construir, los miles de millones de pesos en contratos fallidos, la mermelada, entre otras decisiones cargadas de corrupción; sin embargo, allí siempre estarán, como en el fútbol, sus seguidores para darles el voto. Hay políticos que saben muy bien cómo ganarse a un pueblo que no se va a preguntar por qué no se construyeron (¿y quién se quedó con la plata?) los hospitales que prometió un exalcalde, pues siempre vivirá agradecido porque le pavimentaron su calle, aunque estemos en pandemia.
La historia podrá decir en un futuro no muy lejano, que el alcalde de Cartagena, William Dau, logró que se dejaran de cobrar peajes en la ciudad, pero el problema que estamos viviendo en el presente por alcanzar ese “logro”, es (para continuar con el fútbol) lo que un árbitro podría calificar como un claro fuera de lugar.
El 31 de diciembre de 1998 se firmó en Cartagena el contrato entre la Alcaldía y la Concesión Vial, que hoy se ha convertido en un dolor de cabeza porque, según la Contraloría General de la República, no solo se habría alcanzado la Tasa Interna de Retorno, sino que el daño patrimonial sería de más de $300 mil millones; sin embargo, aclaró que la decisión de dejar de cobrar peajes le corresponde a un juez. El problema es que una vez conocido ese informe, la gente le quiso sacar la tarjeta roja a los peajes de Manga y Ceballos, con protestas en las que también participó el alcalde, pero que después, para que el orden público no se le saliera de las manos, tuvo que acordar con la concesión que se les cobrara solamente a los transportadores de carga. Como era de esperarse, los camioneros tampoco quieren pagar y llevan una semana generando un caos vehicular tremendo. El ruido de los pitos a cada hora está afectando a las comunidades cercanas donde los niños ya no pueden recibir clases virtuales, las ambulancias quedan atascadas, pasajeros de Transcaribe se bajan en mitad de la carretera exponiéndose a atracos. Finalmente el alcalde cedió y solicitará a la concesión que también les deje de cobrar a los camioneros, quienes advirtieron que como no les cumplan, vuelven a bloquear.
Es pésimo ese mensaje de que con las vías de hecho, pasándose por la faja los trámites legales y administrativos, se logran los objetivos en Cartagena. El alcalde no debe patrocinar eso porque al final podría perder el partido con un autogolazo.
*Periodista. Magíster en Comunicación. Twitter: @javieramoz.
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