A propósito de los últimos acontecimientos y de la famosa pregunta de Yamid Amat, me hago algunas reflexiones.
Nos dicen “guerreristas”, palabra que no registra el DRAE, “amigos de la guerra” y “enemigos de la paz”. La verdad, solo anhelamos la paz, la paz verdadera y la seguridad.
Recordemos a Churchill cuando los “pazólogos” de entonces insistían en que Hitler tenía ánimo de paz y que era preciso negociar con él y en sus términos. Fue cuando el líder expresó: “Quien se arrodilla para alcanzar la paz, se queda con la humillación y con la guerra”. Cualquier parecido...
Tenemos aquí un acuerdo que jamás nació a la vida jurídica, porque nadie menos que el Soberano le dijo No en legítimo plebiscito, contra viento y marea, contra la aplanadora oficial y pese a los “cambios legales y constitucionales” a las reglas electorales.
No obstante el rechazo del pueblo, el acuerdo fue “legitimado” sin pudor por el gobierno de turno con la ayuda de algunos miembros de otras ramas del poder y auspiciado por muchos medios de comunicación. Se burló la voluntad del pueblo soberano al convertir un No en un Sí mediante la simple aprobación de una proposición de algún congresista amigo.
¿Por qué entonces tanto interés ahora en defender lo indefensable? ¿Por qué tanta alharaca cuando se destapan las cartas y unos terroristas se muestran tal cual son, si todos sabíamos que eso ocurriría? ¿Por qué se confundió a la comunidad internacional? Viene a mi memoria otra frase famosa, esta de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
¿A cuenta de qué sale ahora en TV el expresidente, acompañado de algunos camaradas a “dar órdenes”, por cierto incoherentes y desesperadas, ante la evidencia del derrumbe de su engendro?
Terminando de escribir estas líneas, oigo a algún medio sugerirle al gobierno de Duque que pida asesoría al gobierno anterior. ¡Válgame el cielo!
Dejen de manipular nuestro destino y la realidad. El pueblo colombiano quiere la verdadera paz, la que implica el ejercicio legítimo de la autoridad; el imperio de la ley y la Justicia, esa que tanto escasea por aquí en estos tiempos, no una “paz” acomodada mediante normas “expedidas” por un gobierno, supuestamente “para que no nos maten más”. No puedes aplacar la ferocidad de una hiena dándole miel en tu mano.
Respeten el legítimo veredicto que proclamamos cuando en las urnas dijimos No al tal acuerdo.
Un No expresado soberanamente por el pueblo democráticamente, solo puede ser modificado por el mismo pueblo, no por una proposición, por mucho Congreso y Cortes que avalen tal exabrupto. Lo sabe cualquier estudiante de derecho. Porque un No de nosotros, el pueblo, sencillamente es no; y punto.
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