Contrario a la ciudad colonial, que fue construida con calles y plazas perfectamente trazadas y grandes casonas con balcones, zaguanes y patios para el goce de sus habitantes, buena parte de la Cartagena actual pareciera estar diseñada para padecerla y no para disfrutarla.
Hay zonas con solvencia urbanística pero son la excepción y en ellas también se advierten problemas: Bocagrande, Castillogrande, Laguito, Manga y Crespo. Con la reciente construcción de la doble calzada Cartagena-Barranquilla, los edificios que se levantan en la margen izquierda quedaron sobre la vía porque sus áreas de retiro no tenían suficiente amplitud para expansiones futuras.
La planeación a medias es mal endémico. Este viejo síndrome permite que haya escasez de vías y caos vehicular, que la informalidad arrope la urbe, que las playas sean tierra de nadie, que muchos barrios tengan calles estrechas, carezcan de zonas de recreación y arborización, y que las viviendas sean cada vez más calurosas por sus espacios mezquinos. Y como muchas viviendas no tienen garaje, calles y andenes se convirtieron en parqueaderos, lo que dificulta la movilidad.
La falta de planeación, unida a la permisividad, la corrupción y la viveza de empresarios, dio paso hace años a la construcción masiva fraudulenta, cuya manifestación más dramática fue el derrumbe de un edificio en Blas de Lezo. Un estudio técnico-científico de la UdeC determinó que muchos otros edificios construidos por el clan Quiroz se levantaron de manera ilegal, lo que obliga a su desalojo con los consiguientes perjuicios para quienes compraron los apartamentos. La U. Nacional corroboró la calamitosa situación. Todo se suma a lo que ocurre en los barrios subnormales, muchos de ellos en zonas de alto riesgo, donde se construye a la topa tolondra con riegos permanentes para la gente. Lo último son urbanizaciones y edificios construidos en el suroriente, sin vías de acceso propias.
El Centro Histórico tampoco se salva de tal enfermedad, con afectaciones al patrimonio: aljibes de siglos convertidos en piscinas, pisos enteros agregados a edificaciones coloniales y republicanas, entre los desafueros. ¿Y qué tal el edificio Acuarela, diseñado para seis torres y casi 1000 apartamentos, cerca del Castillo de San Felipe?
Recuerdo al fallecido escritor y fotógrafo Francisco Zícalo Pinaud caminando las calles del recinto de piedra y anotando en su libreta los abusos arquitectónicos para denunciar lo que llamaba “edificios y adefesios”, convertido todo en un saludo a la bandera porque aquí pareciera permitirse todo. Y seguimos sin POT ni PEMP. Deprimente.
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