Columna


Pobreza, riqueza y cultura

ÁLVARO RESTREPO

29 de junio de 2017 12:00 AM

El foro sobre erradicar la pobreza convocado por este diario y por los economistas Adolfo Meisel y Jhorland Ayala, joven y talentoso coequipero de Meisel en esta investigación, me dejó un sabor agridulce. Felicito a El Universal  por la iniciativa y a los autores del estudio por su experticia y profundidad. La moderación de Juan Gossain tuvo, a mi juicio, un tono coloquial que le quitó altura. El público, variopinto, se quedó con ganas de participar más, pues el moderador cortó anticipadamente el evento. Gossain, un profesional comprometido y honesto, hizo gala de la consabida simpatía Caribe, en un contexto equivocado.

La asistencia fue masiva y el pequeño auditorio de El Universal se quedó aún más pequeño. El tema es tan importante que de haber una convocatoria nacional, el auditorio del Centro de Convenciones habría sido también insuficiente. Superar la miseria en Cartagena le compete a todo el país: desde hace décadas el país entero usufructúa y se ‘rumbea’ todos los años la ciudad, desconociendo el drama cotidiano de cientos de miles de sus habitantes. Tierra-bomba de Indias: en eso se convirtió la ciudad, ‘Patrimonio de la Humanidad’.

Para arrancar de raíz la pobreza, debemos ir a las raíces de una mentalidad que la ha permitido: clasismo, racismo, desidia, corrupción, cinismo, indolencia, etc. Meisel y Ayala, cada uno de un extremo del espectro social de esta ciudad de extremos aberrantes, proponen estrategias para superar la pobreza material pero, con todo el respeto que se merecen, se quedan cortos en las propuestas para superar las otras pobrezas: espirituales, mentales, culturales, enquistadas no sólo en los estratos bajos, sino en toda la sociedad. Se habla de la educación como una de las herramientas más importantes, sin profundizar en cuál educación que necesitamos.

No es sólo educación para el trabajo la que requieren nuestros jóvenes: es para la vida, la vocación, para afianzar nuevos/viejos valores con otra noción de riqueza, basada más en el ser que en el tener. Se habla de necesidades básicas insatisfechas, pero no de la cultura, de las artes y de la espiritualidad de estas dimensiones, como necesidades básicas también insatisfechas. Una estrategia integral incluiría, con el mismo rango y énfasis, el alimento espiritual requerido como seres humanos y completos. José Antonio Abreu, el fundador del Sistema de Orquestas de Venezuela, dijo una frase tremenda que enriquece esta reflexión: (...)“una de las formas más dramáticas de la pobreza es no tener acceso al arte.”

Todos debemos elaborar propuestas que brinden oportunidades (y que blinden) a nuestros niños y jóvenes en contra de la violencia, prostitución y drogadicción: la muerte en vida, prematura e indigna. Erradiquemos las pobrezas, pero que la búsqueda de la dignidad espiritual y material sea la puerta de entrada (y el antídoto) hacia soluciones integrales.


 


 

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