Definitivamente el presidente Trump, el fugaz y nuevo mejor amigo de Duque, es un tipo de malos modales, descortés con sus invitados, desleal, arrogante y para nada respetuoso del fuero doméstico del amigo que, bisoño e incauto, se le preste para emprender aventuras y empresas altamente riesgosas, en las que siempre termina de perdedor el asociado cuando, verbigracia, de invadir por la fuerza la casa del vecino de su novel parcero, arrasarla y despojarla de sus pertenencias, se trata y conviene a sus intereses.
Y si, en pago gravoso siempre por los “favores” recibidos de manera permanente por su nación, el flujo permanente y creciente del narcótico más consumido por sus compatriotas, por ejemplo, algún antecesor suyo ha dispuesto cualquiera gratificación, que no es tal porque ha sido ganada con el desdoro de la servidumbre y la sumisión abyecta, el muy soez y altanero no para mientes para echarle en cara tal dádiva y arrebatársela sin compostura.
Tratándose del presidente de Estados Unidos, es de asumir que tan bronco e insufrible comportamiento se entienda referido a su gobierno, y como tal la enseña que fija su política exterior, relaciones diplomáticas, comerciales, económicas y culturales, entre otros capítulos de su agenda y diplomacia global.
De otra manera, no es dable entender la avilantez de su embajador en Colombia, Mr. Whitaker, quien invitó al mejor estilo Bond a un grupo de congresistas colombianos, senadores y representantes, a un vergonzante desayuno en su residencia para reprocharles por anticipado su oposición a las objeciones a la Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial para Paz, JEP, hechas por el presidente Duque, su aliado contra Venezuela.
Sin miramiento diplomático ni de protocolo alguno y menos de respeto por la alta investidura y representatividad de sus comensales, es de presumir que la conducta de tales no es solo censurable sino susceptible de enjuiciamiento por traición a la patria, pues deja entrever el malhadado desayuno que lo impuesto como tema de conversación por el anfitrión configura conjura para desestabilizar al país, atentar contra la paz y promover la insubordinación y el desacato del ordenamiento institucional y jurídico en favor de los intereses de una potencia extranjera.
Máxime si quienes ahí acudieron tienen la representatividad del pueblo colombiano y fueron elegidos soberana y democráticamente para representarlo, defenderlo y hacerlo respetar de cualquiera intromisión de gobierno extranjero, que es cuanto hace Mr. Whitaker, el plenipotenciario de Mr. Trump.
Siquiera la Corte Constitucional honró su misión de guardiana de la Constitución Nacional y se negó a prestarse a la indigna y vergonzante sumisión por un magro desayuno al mejor estilo Bond.
*Poeta
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