Columna


Premio justo y valiente

ROBERTO BURGOS CANTOR

18 de febrero de 2017 12:00 AM

Hubo un tiempo durante el cual Colombia tuvo buenos noticieros de televisión. No había canales regionales. De uno era director Mauricio Gómez. Perdidos los años en las devastaciones del olvido, y sin invocar aquella sentencia de Galaxia Gutemberg: el medio es el masaje, revivieron imágenes, por el premio al Mérito Periodístico Guillermo Cano otorgado al hoy arriesgado reportero Gómez.

Entonces, su noticiero tenía el rigor en la noticia, la inteligencia de los análisis, y la disposición de las secciones. Y llegó la conjetura traviesa. ¿Estábamos encantados por la belleza de María Paz Oviedo, la presentadora? ¿Sus ojos, la voz? Y para mí un misterio irresuelto: nunca pude saber si María Paz decía las noticias en pies descalzos. A pesar de que acompañé más de una vez al poeta Santiago Mutis a florecer el bidé de Oviedo, objeto de Duchamp, con rosas rojas, y a colgar de la regadera nubes de papel con versos de lluvia. Circo de enamorados en el reducto de las vanidades del espejo y las meditaciones de aliviar al cuerpo.

Entre vara de premios electorales y derechos de sangre adquiridos, los noticieros se acabaron. Entre lejanías y tragedias, alguna muestra de pinturas, Gómez no se dejaba ver. Hasta hace estos años distintos y graves en los cuales regresó a sus informes, duros, arriesgados, de la realidad desgraciada, que le merecieron el premio con el nombre de ese otro insobornable, don Guillermo. Si aún pensáramos, discerniríamos algunos temas que Gómez tocó en sus declaraciones de la noche del periodista. Selecciono dos.

Uno: “Nunca antes la provincia colombiana había sido tan ignorada como ahora”. Se pueden aventurar explicaciones. Aburrida del centralismo, la provincia se enconchó en su patio natal y respondió al desconocimiento y la exclusión con un desconocimiento deliberado de las reglas que condujeron a los pícaros y su máquina corrupta a aprovechar. La excepción cultural no condujo a la universalidad de la norma; terminó en el cinismo del aprovechado.

O, la representación permitió tomar el reducto Capital con sus catedrales y capitolios, por los sagaces negociantes de la vida ajena. Ahora no dormían en las curules, los electrizaba la ambición del negocio indebido. Queso agusanado el centralismo suelta sus dádivas. No hay discursos en latín y la estupidez insolente ensordece. Aviso: hay excepciones.

Dos: “el periodismo como la literatura no sirven para nada”. Y es verdad, por motivos distintos. La una por la libertad del arte, son locos. El otro por falta de agallas, los matan.

La gratitud: Gómez nombró a Castro Caycedo y por allí a Germán Pinzón.

*Escritor

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS