Columna


¿Qué nos espera más allá de la pobreza?

LIDIA CORCIONE CRESCINI

02 de abril de 2019 12:00 AM

“La leo siempre y me encanta la forma como enfoca los temas y la manera de comunicarlos”, me escribe Jorge Herrán a mi Gmail. “Le escribo para acotar algo sobre combatir la pobreza, bandera que por estos días es muy común en ciertos personajes que se van a poner de moda hasta el 19 de octubre de este año. Pienso que la pobreza, enraizada desde hace milenios, se puede minimizar comprometiendo a las familias en el objetivo; es decir, que se les indique con un proceso serio y se les haga partícipes directos con alguna responsabilidad. Desde los hogares, escuelas, colegios y hasta la universidad, ¿por qué no?”.

En el siguiente párrafo, Jorge, disculpándose tal vez por la forma como lo mira él, que no dista de una realidad sobre la cual hay que tomar medidas preventivas encaminadas a la socialización de un mejor vivir sin mirar el lado pecaminoso o la tendencia de sentirse condenado al infierno por los códigos que nos marcan desde otrora, continúa: “Suena a pecado, pero un control de natalidad teniendo en cuenta un estado socioeconómico de la familia; de acuerdo a sus ingresos, cuántos hijos máximos puede tener, más facilidades educativas y/o económicas o de empleo, creo que se puede pensar en que se mitigue en alto porcentaje el nivel de pobreza. El entregar subsidios y otras dádivas onerosas, como se viene haciendo, no dan ningún resultado: es como llenar un barril con un colador. Para lo que le menciono, el ICBF tiene un programa muy bueno de orientación familiar que abarca todos los aspectos pero que las familias no acatan con responsabilidad, además de un estímulo también es necesario una amonestación para que los recursos no caigan en bolsa rota”.

Planteamiento razonable el de Jorge, que me lleva a un símil que encontré en Rayuela de J. Cortázar: “Qué maravilla estar admirando a los peces en su pecera y de golpe verlos pasar al aire libre, irse como palomas. Una esperanza idiota, claro. Todos retrocedemos por miedo de frotarnos la nariz contra algo desagradable. De la nariz como límite del mundo, tema de disertación”. Estoy convencida de que, con programas serios, atención a este flagelo, dedicación e inversión, se podría en buen porcentaje aminorar el crecimiento de este monstruo que día a día coge más fuerza y se está reproduciendo sin control, y si a esto le adicionamos el anclaje constante de nuestros hermanos venezolanos como lo hemos venido viviendo, llegaremos al límite y las consecuencias serán mucho más graves de las que estamos viviendo, atracos en cada esquina, riñas, muertes violentas, hambruna, desocupación, informalidad, caos, confusiones, desastres.

*Escritora

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