Ya casi no nos acordamos de los buenos momentos vividos en nuestras playas de Crespo y Marbella. Lo que sería el gran proyecto que las ampliaría, en las que se planeaban toda clase de diversiones, quedó en el olvido. Los habitantes de Crespo, acostumbrados a engaños y triquiñuelas, quedamos con un palmo de narices, esperando ese paraíso prometido en videos, conferencias y “renders”.
De un momento a otro, la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), constructores del Túnel de Crespo, el puente, parque lineal y demás, y el Consorcio Vía al Mar, informaron y consiguieron permiso para cerrar temporalmente la playa en el área del proyecto. La medida causó malestar: era el cierre de las emblemáticas y milenarias playas de Crespo y Marbella, las playas míticas donde Billy Sánchez de Ávila y Nena Daconte se tropezaron con el amor trastornado que los persiguió para siempre.
Los argumentos para cerrarlas eran tozudos. Explicaron los ingenieros constructores que los dragados en el sector del túnel, desestabilizaban el fondo, que la profundidad del nuevo lecho marino después del dragado era peligrosa para bañistas, que habría cavernas y cantiles. En fin, argumentos técnicos irrefutables, que tranquilizaron un poco a los bañistas, que sin saber leer ni escribir, perdieron su playa. El club de los cartageneros de racamandaca.
Si bien fueron muy rápidas las autoridades para cerrarlas, poco o nada se sabe sobre su reapertura, y van casi dos años desde que se inauguró el proyecto. Hay cerca de kilómetro y medio de playas, suficientes para hacer felices a todos los bolivianos. Nada se sabe sobre el seguimiento a la profundidad y estabilidad del lecho marino. No se conocen estudios batimétricos de los más o menos 1500 metros de zona prohibida del mar y los constructores y la Concesión, que ahora terminaron de contaminar el paisaje con un esperpento de campamento en pleno parque, jamás se han vuelto a pronunciar.
El proyecto ofrecía desarrollar un amplio y seguro conjunto de playas y hacer el túnel y no una vía a nivel, obedeció única y exclusivamente a la necesidad de protección ambiental del borde costero y las playas, las que serían un nuevo polo de desarrollo con las obras complementarias, propias para una buena actividad turística. Alguien, en el apogeo de la alegría, llegó hasta a ofrecer servicios de marina para veleros y yates.
La playa sigue desierta. Ninguna autoridad distrital, ni turística, ni ambiental, ni de control, dice nada. Mientras tanto, los vecinos que pasean su soledad siguen sin ver a las hermosas cartageneras pasear su piel morena en la orilla.
*Ingeniero y abogado
Comentarios ()