Es mejor dejarse guiar por los instintos y las percepciones, que esperar que otros, supuestamente más eruditos, nos digan qué creer, qué pensar, qué hacer. El pensamiento independiente y la información veraz son nuestra mejor guía en la vida; sin embargo, la información en gran medida está compuesta por pedazos de verdades y pedazos de mentiras según los intereses del informador. De ahí la necesidad de seleccionar muy bien las fuentes de información. Estamos frente a un hecho que acostumbrados como estamos a la vanidad y a la pantalla de quienes integran los poderes públicos, parece un espectáculo más. Inicuo e inocuo a la vez, porque quienes deberían estar encerrados gozan de libertad, y porque ¿si todos estamos detenidos por decreto presidencial desde hace alrededor de cinco meses, qué más da, en términos prácticos, otro por orden judicial? Ni necesario era, salvo para alimentar el espectáculo.
A todas luces se trata de una dosificada acción terrorista, ya no inocua sino perniciosa, que busca destruir moralmente a la persona más querida por los colombianos, el mayor obstáculo al comunismo, sin detenerse a pensar en el avispero que han alborotado: le han dado más argumentos y fuerzas a quienes deseamos una reforma profunda del aparato judicial, empantanada por la maraña de intereses entrecruzados en que han convertido al Estado. Pero esta historia ni comienza ni termina aquí. Se trata del presidente que más duro ha enfrentado a la guerrilla, y el único que tuvo el valor de meterle mano a más de 460 entidades públicas inoperantes y corrompidas, entre las que se destacan las poderosísimas Ecopetrol, Telecom e ISS; de ponerle límite a las megapensiones, acabar con los regímenes especiales, prohibirlas en las convenciones obreros patronales y ponerle fin a las múltiples que lograban los maestros en la educación pública. Le tiró a la rama judicial, de la que se conocieron varios escándalos de corrupción, pero no tuvo tiempo.
Muchos enemigos se ganó por estar haciendo lo correcto, pero el enemigo más peligroso hoy en día es la guerrilla, empoderada y camuflada en todas las instancias del poder público. Quien le prosiguió, ambicioso de gloria, que pudo lograr siguiendo el camino trazado, prefirió el fácil de otorgar todo lo que esta le exigió, dejándose engañar y tratando de engañar a los colombianos (que no pudo), y al mundo; comprando a todo el que necesitó para conseguir un inmerecido premio, y evitar el escándalo. De esta forma, oportunista y perniciosa, este personaje egocéntrico, egoísta, individualista, empoderó a ese enemigo que la arremetió con todas contra Uribe.
Esta situación, crítica no solo por lo que han logrado con quien representa lo mejor de nosotros, sino por el peligro de destrucción de nuestros más preciados valores humanos, requiere de medias excepcionales, valerosas y urgentes.
*Ing. Electrónico, MBA.
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