Columna


¿Qué trae el 2014?

HÉCTOR HERNÁNDEZ AYAZO

29 de diciembre de 2013 12:02 AM

Muchos esperan que el nuevo año, por ser tal, produzca transformaciones importantes y positivas en sus vidas. Tal vez en ello yace una suerte de superstición que piensa que el solo cambio de hojas de un almanaque produce efectos mágicos.

Estas expectativas nacidas del simple advenimiento de un nuevo año suelen enmascarar un comportamiento inconveniente para los individuos y las sociedades, pues traducen una renuncia de las personas a disponer y construir su futuro para dejarlo en manos de acontecimientos aleatorios. Es como decir, que las gentes se resignan a lo que venga, en lugar de determinar el curso de los acontecimientos personales y comunitarios. Implica creencia en que la vida de las personas es fruto de la suerte, no del mérito.

Sin dejar de valorar que la naturaleza obra en múltiples veces con independencia de la voluntad de los humanos y aun contra ella, como ocurre con terremotos y sequías o con enfermedades impredecibles, es cierto que los humanos somos determinantes, si nos lo proponemos, en el diseño del futuro de nuestras vidas y el de nuestra sociedad. Podemos escoger ser delincuentes, conducidos por la avaricia o la nequicia, u optar por esmerarnos en ser buenos ciudadanos. Podemos elegir perfeccionar nuestras habilidades profesionales, artísticas o físicas del mismo modo que podemos contentarnos con pervivir en la mediocridad.

El venidero 2014 brinda la oportunidad de influir decisivamente en un cambio social, económico y político en Colombia. Tendremos elecciones de presidente de la república y de congresistas, esto es, de cabeza del gobierno y de quienes deben hacer las leyes.

Además, podremos llegar a decidir sobre las condiciones de la paz en Colombia.

Es una ocasión propicia para que cada quien rescate su dignidad. Nos dolemos en Bolívar y en toda la Costa Caribe porque, en general, nuestros congresistas son segundones de la política nacional, de discreta o nula figuración salvo para conquistar trozos del presupuesto y de la burocracia en su favor. Las elecciones nos invisten del poder para seleccionar buenos congresistas y un gran presidente. Podemos romper el cerco de la corrupción y dejar de estar dirigidos por las apetencias de personas condenadas por su incorrecto desempeño.

De nuestra elección depende el curso del país. No del cambio de almanaque. Necesitamos hacer conciencia de nuestra capacidad de transformar nuestras vidas y el país, tener claridad en que nuestro voto es un arma segura y usar nuestra dignidad para no escoger a personas de quienes luego nos avergonzamos como exponentes de nuestra tierra.

Rompamos el fatalismo cronológico y cambiemos el país o, por lo menos, nuestro Bolívar.

h.hernandez@hernandezypereira.com

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