Columna


Que vivan los estudiantes

“La canción constituye un excelente texto lírico, en cuanto denota la profunda admiración que siente la autora (...)”.

LUIS ALFONSO RAMÍREZ

21 de diciembre de 2019 12:00 AM

El título de este artículo es el nombre de una bella canción de Mercedes Sosa, compuesta en el año 1962 por la artista chilena Violeta Parra, una de las folcloristas más connotadas de América del Sur, quien se suicidó el 5 de febrero de 1967 a los 49 años, adquiriendo la calidad de artista mártir e ingresando a la dimensión del mito de “Santa Greda Pura” como la llamara Pablo Neruda, dada su profunda admiración por ella.

Con el transcurrir de los años y la dinámica social y política del continente, la canción de Mercedes Sosa se convirtió en un verdadero himno y símbolo de la lucha de los estudiantes latinoamericanos, quienes la tomaron para sí, como un canto y una alegoría de sus protestas, para reclamar mejores condiciones, pero sobre todo, una mejor educación, que garantizara una vida más digna.

La canción constituye un excelente texto lírico, en cuanto denota la profunda admiración que siente la autora de ese bello poema hacia los estudiantes, plasmado y evidenciado cuando utiliza la anáfora “me gustan los estudiantes”, para enfatizar el sentimiento que tiene hacia estos, casi comparable con el de una madre hacia su hijo, o cuando también dice, casi a manera de imagen “porque son la levadura/del pan que saldrá del horno” y en las metáforas “con toda su sabrosura/para la boca del pobre/que come amargura”.

Este hermoso poema y bella canción cobra vigencia hoy, dado el fenómeno de la llamada “primavera latinoamericana”, en que los pueblos de la región han emprendido una nueva lucha contra el modelo neoliberal y la vergonzosa inequidad social, en la cual, los estudiantes, de nuevo, “Jardines de nuestra alegría”, son animadores de primera línea, rememorando las protestas estudiantiles de 1973 en Chile en contra de la dictadura de Pinochet, Las noches de los lápices (1976) en Argentina, lo de Ayotzinapa (2014) en México, la de la “UNA no te calles” en 2015 en Paraguay y el glorioso paro estudiantil de 1971 en Colombia que se constituyó en la mayor movilización de la historia nacional y en la que el 26 de febrero de ese inolvidable año, hubo un saldo de más de 20 muertos, obligando al Gobierno nacional dada la gravedad de los hechos y el fervor del reclamo estudiantil a decretar el Estado de sitio en todo el país, hecho este, que en vez de apaciguar los ánimos y acallar las voces de los jóvenes estudiantes, generalizó la protesta y concitó la solidaridad ciudadana, dejando una imborrable huella en la historia reciente del país.

Es menester y urgente escuchar y atender la protesta, en la idea de que no hayan más Dilan asesinados, ni oídos sordos, ni más policías heridos, ni escuelas en ruinas, para soñar, con un mundo mejor. “Caramba y zamba la cosa”.

*Rector I. E. Soledad Acosta de Samper.

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