Columna


¡Queridos hermanos!

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

25 de octubre de 2020 12:00 AM

Por lo general los sacerdotes, durante la celebración Eucarística, solemos decirles a nuestros fieles: ¡Queridos Hermanos! Expresión que a la luz de la profundidad que el papa Francisco le da a esta expresión en la Fratelli Tutti, nos lleva a unir más estrechamente nuestra conciencia y corazón. No tengo idea de cuántos pueden reparar en lo que afirma el sacerdote cuando introduce esta expresión al iniciar su mensaje. Es una expresión que, de tanto usarla, ha perdido casi su significado como las monedas pequeñitas de a cien pesos que de tanto circular se les ha borrado por completo su inscripción. Hermanos, en el horizonte novedoso del papa Francisco, posee un sentido tan verdadero, tan pleno y real que llega a ser más real que la fraternidad física. Tan real y tan poco metafórica es esta fraternidad que propone la encíclica, que respecto a nuestros hermanos de sangre nos resulta siendo impropia por exceso y frente a nuestros hermanos de leche impropia por defecto. Francisco nos ha ayudado a entender que, aunque la moneda haya perdido su relieve, sigue conservando todo su valor. Refiriéndose a la carencia de un proyecto común para todos, necesitado de la fraternidad y la amistad social como sus caminos más acertados, el papa nos dice: “Cuando se siembra la desesperanza y la desconfianza, aparecen la exacerbación y la polarización, lo cual impide que los pueblos avancen. El quehacer político y la misma política pierden sus horizontes y deja de ser un proyecto de largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común. La política termina siendo un conjunto de recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. Necesitamos constituirnos en el nosotros que habita la casa común y que puede llevarnos a un escenario favorable frente a las nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”. Esta fraternidad, opacada por las sombras de un mundo cerrado, comienza a ser claridad y lucidez, en el segundo capítulo del documento pontificio gracias a la presentación del itinerario interior del Buen Samaritano. Exposición en la que, el papa, nos enseña cómo pasar de las actitudes compasivas a las realizaciones constructivas. Son verbos estupendos que cambian vidas y construyen nuevas relaciones: Lo vio, toma de conciencia; se compadeció, misericordia; se acercó, proximidad; lo curó con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, donación; lo montó en su propia cabalgadura, acompañamiento; lo llevó a una posada, cuidó de él y confió al posadero, colaboración. La fraternidad y la amistad impregnan todos los momentos de nuestra vida. Porque vivir es convivir. Sigamos estudiando esta carta encíclica que ha comenzado a hacernos tanto bien. Un buen comienzo sería responder una de las preguntas que nos hace Francisco: ¿Cómo levantar la cabeza para reconocer al vecino o ponernos al lado del que está caído en el camino?

*Director del PDP Canal del Dique.

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