Columna


Quince años de presencia

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

10 de noviembre de 2010 12:00 AM

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

10 de noviembre de 2010 12:00 AM

En esta primera quincena de noviembre, el país trae a la memoria tres acontecimientos a cual más importantes. El cruento asalto del Palacio de Justicia por el M19, el doloroso siniestro natural de Armero y el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, ocurrieron en los dos primeros casos hace veinticinco años y el tercero de ellos quince años atrás. En esta oportunidad me voy a detener en la figura y el legado de quien pagó con su vida la defensa permanente de unos principios y una doctrina. Gocé del privilegio de estar muy cerca de Álvaro Gómez en los años que antecedieron a su muerte. Habiéndome distinguido con una amistad generosa, y después de muchos años de militar políticamente bajo su orientación, conocí los aspectos sobresalientes de una de las figuras más descollantes de la escena pública colombiana. Son ampliamente conocidas las ejecutorias de Álvaro Gómez en la política. Con absoluto compromiso con el ideario que inspiró cada una de sus actuaciones, en él se aunaban la noción clara de los valores que debían informar a la sociedad y el brillo intelectual del estadista, visionario impenitente del futuro que se le debía estructurar al país. Esta segunda faceta tuvo significación especial en sus formulaciones políticas. Vale la pena destacar su convicción profunda por la concertación entre el Estado y los actores diversos de la comunidad, como paso indispensable para una planeación adecuada de los destinos nacionales. Como fruto de incontables encuentros en el cálido ambiente de su biblioteca al finalizar las tardes, me quedó claro el perfil de un hombre de estirpe renacentista. Después de escuchar sus doctas apreciaciones sobre las artes plásticas, con su predilección por el barroco, la literatura, el teatro, la cinematografía y, en general, por todas las manifestaciones de la cultura, personalmente pude llegar muy pronto a la nítida conclusión de que Álvaro Gómez era ante todo un humanista. “El objetivo de la cultura consiste en poder tener conceptos sobre las cosas; las informaciones nos deben dar los elementos para poder opinar y sacar conclusiones, y en cierto modo para poder razonar y construir interpretaciones de la vida humana e interpretaciones del tiempo”. En las consideraciones anteriores de Álvaro Gómez puede estar la clave de interpretación del rico acervo conceptual que nos dejó, que se ha mantenido en estos quince años, desde la fecha en que un crimen de Estado segó su vida. Frente a la designación previsible de un Fiscal General en propiedad, es de esperar que el crimen que marcó la terminación de la existencia de Álvaro Gómez Hurtado sea esclarecido. Las pesquisas pacientemente ejecutadas por Enrique Gómez Martínez permitirán conocer elementos probatorios, para responsabilizar a los autores intelectuales y materiales del asesinato infame. La opinión pública colombiana tiene derecho a conocer los móviles que llevaron a la realización del delito, así como los ejecutores del mismo. Dadas las calidades personales y profesionales de los candidatos a asumir la Fiscalía General, hay razones para confiar que en adelante la investigación se encauzará con eficacia y probidad. *Abogado Consultor en Minas e Hidrocarburos. marcan2@etb.net.co

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