Columna


Recorrido insólito

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

19 de junio de 2017 12:00 AM

Luego de asistir a una reunión en el Sena-Bolívar,  y después de hacer un penoso viaje en taxi, en un trayecto de algo más de 20 kilómetros, desde Castillogrande a esa institución cerca a Ternera, entre calles sin ley, en un recorrido estresante por intentar avanzar con alguna eficacia, decidí tomar a mi regreso y a manera de experimento (nunca antes lo había hecho) y siguiendo una sentencia del exalcalde Juancho Arango que dice que si quieres conocer a tu ciudad súbete en un bus de transporte público, tomo una buseta de la ruta Ternera - Campestre- Zaragocilla- Castillogrande, de esas que veo pasar todos los días por el frente de mi casa en la avenida Piñango. En un recorrido que toma desesperantes dos horas, puede uno comprobar la otra Cartagena, la Cartagena olvidada, la Cartagena improvisada, y como algo conozco, sé que no es todavía la Cartagena más miserable.

Puede uno ver en el trayecto por entre una maraña de barrios improvisados, una ciudad vibrante pero caótica y descontrolada. Donde se ve al instante que la administración pública no llega y da la sensación de estar en una ciudad de nadie.

Una Cartagena donde solo están pavimentadas las calles por donde transita la ruta de la buseta y en calles tan estrechas que los conductores se pueden saludar de un lado a otro, dándose sus manos desde las ventanillas de sus vehículos, en un saludo amable que colinda con la desfachatez. Puedo ver en el recorrido a una Cartagena con muchas calles sin pavimentar y por supuesto, mucho menos sin andenes. Ciudad donde el caos urbano es la regla general y la manera de vivir diaria, envuelta en una estética deplorable y estresante, porque la oficina de Control Urbano no existe, se ve que este ente no pasa del Centro Amurallado o se hace el de la “vista gorda”.

Puede uno ver la Cartagena ilegal donde sus habitantes no usan las curadurías urbanas, porque la ciudad crece desordenada, sin reglas claras, dada la improvisación y la falta de presencia del Estado. Una Cartagena sin cohesión social, que vive un día a día, donde cada quien hace lo que le viene en ganas.

En el recorrido se puede ver el conformismo de las gentes y el anesteciamiento general, porque la fealdad aturde, saca de contexto y se superpone a la realidad. Y es tan contundente que apabulla y desconsuela. Ciudad insólita donde las pocas zonas verdes que quedan después del desorden urbano, están llenas de basuras, colchones mugrosos y muebles en ruina.

Si hay algo que se deba hacer con carácter de urgencia es poner en operación la oficina de Control Urbano, porque el caos y la improvisación es apabullante, la degradación y toma total del espacio público, el culto a lo feo y al desaseo es tal que estoy seguro elevan los niveles de violencia. Llega un momento en que uno se parece a su ciudad. Uno puede llegar a parecerse a sus calles mugrientas.

 

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