Columna


Reformar sistema electoral

EDUARDO VERANO DE LA ROSA

30 de marzo de 2017 12:00 AM

Una radical reforma electoral toca las puertas de la institucionalidad. La realidad política nacional la exige. No es la desgastada fórmula de cambiar para que todo siga igual, sino de fortalecer la democracia pluralista e incluyente que debemos disfrutar.

La ciudadanía está inconforme con el acceso al poder de los partidos y movimientos políticos y con su baja posibilidad de la participación directa en los asuntos públicos. Los científicos políticos advierten que se puede estar ante una gran rebelión del electorado que conduciría al populismo y a fortalecer la personalización de la política.  

El malestar de la ciudadanía es grande, se expresa en las encuestas y en las calles. El escepticismo ante los partidos políticos y los políticos es evidente, y por otra parte, la corrupción genera rechazo ciudadano, como debe ser, pero no es suficiente con castigar los delitos que se cometen y se siguen cometiendo. Revisemos el sistema electoral.

La falibilidad humana es evidente. Todo sistema puede errar, y el sistema electoral y el modelo de Estado pueden fallar. Es por reconocer la falibilidad humana que las ciencias -las denominadas duras y débiles- siempre usan el ensayo y el error, así lo advierte Karl Popper, en Conjeturas y refutaciones. Descubierto el error, hay que consensuar alternativas para superarlo.

Eco dice en De la estupidez a la locura: “La cultura es asimismo la capacidad de desprenderse de lo que no es útil o necesario (…) Esto es lo que hace una cultura, y el conjunto de sus paradigmas es el resultado de la enciclopedia compartida, hecha no solo de lo que se ha conservado, sino también, por así decirlo, del tabú de lo que se ha eliminado. Luego se discute sobre la base de la enciclopedia común, pero para que la discusión sea comprensible para todos, hay que partir de los paradigmas existentes …”.

Y son muchos los paradigmas a discutir: el modelo de Estado centralista y privar del derecho a la autonomía a las regiones; el régimen presidencialista cuasi monárquico es otro paradigma para revisar; la circunscripción nacional y sus efectos excluyentes también.

Que haya un Parlamento Nacional (y no en las regiones), priva a los territorios de su derecho humano a la representación política. El poder electoral subordinado a los partidos exige debatir si es admisible que la entidad pública que guarda el estado civil de las personas sea, a la vez, órgano electoral. Otro paradigma: la composición y dependencia del Consejo Nacional Electoral a los partidos políticos mayoritarios.

Si se justifica o no el bicameralismo y para qué, hay que debatir acerca de la soberanía y la rigidez constitucional y la necesidad de someter a referendo toda reforma a la Carta Política.

Umberto Eco sugiere una discusión radical a la reforma del sistema electoral, que indica ir a la esencia de nuestro modelo, en su conjunto, a la raíz de todo.

*Rotaremos este espacio para mayor variedad de opiniones.

ginaaaron2810@gmail.com

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