Columna


Reinado vegetal

SANTIAGO MADRIÑÁN

14 de noviembre de 2015 12:00 AM

En 1753 Carlos Linéo publicó Systema Naturae y dividió la naturaleza en tres grandes reinos: animal, vegetal y mineral; luego subdividió cada uno en clases, órdenes, géneros y especies. Adelantado a su tiempo, clasificó a los humanos (Homo sapiens), junto con otros animales, en el orden primates, o los primeros.

Para el reino vegetal siguió un sistema menos natural, basado en la “sexualidad” de las plantas. Su primer gran grupo era el de las plantas cuyo acto sexual es vistoso o de “nupcias públicas”, porque hay flores, en cuyo interior hay estambres y pistilos (órganos masculinos y femeninos respectivamente). Dentro de éste están las diclinia (de doble inclinación, por ser hermafroditas, al tener ambos órganos sexuales en una misma flor), y las monoclinia, con sus flores masculinas y femeninas separadas en “casas” distintas (dioicas), o en la misma casa (monoicas), o masculinas, femeninas y hermafroditas todas juntas (polígamas). Más interesantes aún son las de “nupcias clandestinas” o criptógamas, que como los musgos y los helechos, no tienen flores.

Dicha clasificación, útil en su tiempo por la facilidad de congregar las miles de especies de plantas en grupos manejables por la mente humana, y acorde, quizás irónicamente, a una época de decoro y censura, fue remplazada por una más natural, propuesta por franceses liberales a principios del Siglo XIX. Antoine Laurent de Jussieu propuso grupos que aún reconocemos por sus afinidades genealógicas, con los cambios de una disciplina científica que no cesa de ajustarse a nuevas hipótesis corroboradas.

Mis cinco finalistas del Reinado vegetal, aclarando que cada planta tiene sus virtudes, clandestinas o públicas, conocidas o por conocer y de cualquier inclinación, son: las nymphaeas, plantas acuáticas de hojas redondas flotantes y flores vistosas como el lirio de agua y la Victoria amazónica, ganadoras del desfile en traje de baño.

Como multifacéticas servidoras de la humanidad, están las gramíneas, con sus cereales, céspedes, forrajes, y máximas exponentes del quehacer artesanal. Las más galantes son las orquídeas, con su hábito epífito y flores intrincadas y miméticas, que atraen un sinnúmero de insectos mediante recompensas, o por la decepción, con el fin de reproducirse. Son primera princesa las palmas (o príncipes, según Linéo) con su tronco esbelto y cabellera frondosa. Y la corona y cetro son de las scitamineae (del Latín sc?tum = sabias, conocedoras y bellas), nombre antiguo dado al orden zingiberales, entre las cuales están gingers, heliconias, bastones del emperador y plátanos o Musa paradisiaca.

Los invito a ver este desfile y demás bellezas vegetales en el Jardín Botánico de Cartagena, donde quedarán maravillados.
*Director de la Fundación Jardín Botánico “Guillermo Piñeres”, Profesor Titular de la Universidad de los Andes

santiago.madrinan@jbgp.org.co

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