Columna


Servidumbre y tiranía

“Una reflexión de carácter filosófico, político y sociológico sobre la libertad, que se adentra en las razones y sentimientos que tienen los hombres (...)”.

CRISTO GARCÍA TAPIA

14 de marzo de 2019 12:00 AM

Una, la servidumbre, bien podría predicarse que es el origen, la causa eficiente de la otra, de la tiranía.

De ese “embrujo”, “fascinación”, que “un millón de hombres esclavizados”, “con la cabeza bajo el yugo”, forzados a la obediencia, sienten y padecen por el “nombre de uno solo” que los esclaviza como tirano y somete a la crueldad y las rapiñas en su condición de individuo, que no por un ejército ni por una bandería, ¡sino por un solo hombre¡, exclamaba indignado, Étienne de La Boétie, en su Discurso de la servidumbre voluntaria, un opúsculo de entre 30 y 40 páginas, publicado en 1576.

Una reflexión de carácter filosófico, político y sociológico sobre la libertad, que se adentra en las razones y sentimientos que tienen los hombres para someterse de manera voluntaria a un tirano; a la “obediencia voluntaria de los muchos al poderoso”, cuando, si se unieran, “si le dejasen de servir”, tendrían todas las posibilidades de destronarlo y aniquilarlo.

Ya de este o del otro lado de la frontera, el tirano lo es por la voluntad de los pueblos que lo toleran, consienten y obedecen en olor de servidumbre; de sometimiento voluntario a un poder que no sería tal, si no le fuese conferido y sostenido, más que por un ejército, por los millones de súbditos que, bajo el arrobo del embrujo autoritario de un solo nombre, los somete, gobierna y esclaviza.

Como si la película de la historia de la tiranía estuviese de continuo filmándose en uno cualesquiera de estos países del mundo antiguo o medieval que volvimos a ser en la contemporaneidad, los tiranos de hoy, como los tiranos persas, griegos y romanos en sus tiempos, ostentan la misma e indeleble marca de identidad como depredadores sociales: son corruptos, ladrones, sanguinarios, arruinan y destruyen para obtener más servidumbre, para someter voluntades por millones, para arrobar y encadenar con el poder letal de su embrujo autoritario; para erradicar de la naturaleza del hombre, el sentimiento y la razón de libertad como bien supremo, natural e imprescriptible.

Una forma bien conocida y practicada por nuestros tiranos criollos contemporáneos, los de acá y los de acullá, a la cual acude el tirano de forma permanente es la devoción, una patología mística que lo eleva a la sacralidad y lo transmuta y proclama en sacrosanta, infalible, divinidad.

En dispensador de todo bien y don: de la vida y la riqueza, de las aguas, las dulces y saladas, las hidroeléctricas y las carreteras, los bosques, los cielos, la democracia, la seguridad, el infierno y la muerte para los de abajo y los de la otra orilla, la gloria para los del centro y los que están a la diestra del padre eterno, del glorioso y eterno redentor, el de acá o el de allá.

En rendir la voluntad de libertad a la servidumbre. La “voluntad de muchos al poderoso”.

*Poeta

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