Cuando Jimi Hendrix inauguró con su inigualable guitarra eléctrica el Festival de Woodstock, el 15 de agosto de 1969, Aurelijus Rutenus Mockus Sivickas, Antanas Mockus, solo tenía 7 años pero muchos creen que es uno de los cuatrocientos mil alucinados hippies que siguen protestando contra la guerra, exigiendo paz y amor sin restricciones.
También se equivocan aquellos que no ven más allá de sus dos bajadas de calzones frente a multitudes agresivas y delirantes, silenciadas por Mockus como por arte de magia.
Sus padres emigraron de Lituania, hartos de la guerra y, paradójicamente, escogieron a Colombia donde, durante más de medio siglo nos matamos y nos seguimos matando unos a otros, como perverso deporte nacional. Pero estaba decidido: Alfonsas Mockus, ingeniero, y Nijole Sivickas, escultora, llegaron a Bogotá y echaron raíces para siempre.
Antanas, el mayor de sus dos hijos, inició su fulgurante carrera educativa en el Liceo Francés de Bogotá. Más tarde viajó a París a untarse hasta los tuétanos de matemáticas en la Universidad de Dijón, para luego recorrer los laberintos de la Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá, donde terminó siendo rector pero, el 28 de octubre de 1993, lo obligaron a renunciar pues, en plena protesta, se bajó los calzones intentando calmar los ánimos de 500 estudiantes y profesores iracundos.
Su talento, su actitud irreverente y su honestidad forrada en acero inoxidable, lo catapultaron a la Alcaldía de Bogotá en dos oportunidades, iniciando la asombrosa transformación de una urbe caótica y arruinada a la de hoy, símbolo de civismo, educación, oportunidades y desarrollo con equidad.
No ganó la presidencia de Colombia cuando compitió con Juan Manuel Santos por hablar sin pelos en la lengua: reveló públicamente sufrir del mal de Parkinson y confesó ser ateo, sin que nadie se lo preguntara, lo cual espantó a una comunidad apegada a la doble moral del “agua no tan bendita”.
Pero el genio está de vuelta, con su inconfundible pinta de hippie y sus simbolismos a flor de piel. La copiosa elección al Senado de la República, sin ningún tipo de maquinaria política, no es mera coincidencia, tampoco que recurriera a su viejo y efectivo truco bajándose los calzones ante los aullidos de sus colegas de bancada, quienes lo amenazan ahora, ¡quién lo creyera!, por faltar a la ética y a las buenas costumbres. Las nalgas lituanas de Mockus es lo más limpio que se ha visto en el parlamento colombiano en más de 200 años de historia republicana.
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