Columna


Sin sanción no hay solución

RAFAEL VERGARA NAVARRO

07 de abril de 2018 12:00 AM

Invito a leer el editorial de El Universal “Institucionalidad desbordada”*, un llamado de atención a la mala conducta ciudadana y la de funcionarios que solo hablan y los vapulean, ignoran o exhiben como cómplices del feroz atentado contra los recursos naturales de la ciudad.

La informalidad multiestrato atropella la formalidad y abusa, delinque y se apropia del territorio, imponiéndose a la soberanía del Estado, violando el orden constitucional y legal que obliga a la autoridad, y a nosotros, a defender el interés general, la sostenibilidad de los cerros, los cuerpos de agua y el bien común.
Se nota la inacción de la Fiscalía, la total impunidad es estímulo del transgresor para quien el cambio del uso del suelo y el daño a la naturaleza no es delito. Sin sanción penal o ambiental la enfermedad que nos carcome se potencia. Al daño le llaman “lote” y no se reprime la “escritura de posesión”.

Para que se pellizquen, urge solicitar al EPA, Cardique, y la Policía, que reporten los controles y sanciones impuestas para impedir el comercio y rellenos con el escombro y material de excavación. Que la Capitanía diga cuántas restituciones ha ejecutado la Alcaldía, el Datt relacione las volquetas sancionadas y el relleno sanitario de el volumen de residuos recibido de cada construcción.

Camacol tiene que apretar y el EPA sancionar a los constructores que, con reprobable viveza, de un pasivo sacan un activo y negocian los residuos peligrosos con los que se rellena y delinque.

Es que en Cartagena se cultiva y exalta el todo se vale, la cultura del atajo, la coartada de la legalidad, la ley de caucho que estira para donde se necesite, la ignorancia y la impunidad como fuentes de "derecho", el derecho a no tener derecho, el prevaricar como garantía de ingresos futuros, el dolo socializado y compartido, la cultura de la incultura, la prescripción de lo imprescriptible, el irritante desacato de las sentencias, la ‘transa’ o el ‘dar manejo’ al incumplimiento legal, el amiguismo y el Shakirismo: ciegos, sordos y mudos potenciados, la lavada de manos, la ostentación y el peso del privilegio, y dos antivalores muy mexicanos: Jalisco Zapata: la que no ganan la empatan y el año de Hidalgo: chingue a su madre el que deje algo.

Estos antivalores son resultado del imperio del clientelismo y la corrupción que capturó los recursos, negocios y decisiones del Distrito, y que en su afán de favorecer su círculo de poder, lo debilitó. Le cercenaron la capacidad de fortalecerse y liderar las fuerzas sociales y económicas para superar pobreza, incultura y el atraso “legitimador” de los daños y delitos de la informalidad.

Pronto elegiremos alcalde y los que han envilecido la democracia, unidos y aprovechando la dispersión, pretenden salir de la ingobernabilidad de la que son responsables con la fórmula del más de lo mismo.

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