Columna


Solo le pido a Dios

DIANA MARTÍNEZ BERROCAL

15 de junio de 2021 12:00 AM

Así se titula la canción escrita por el argentino León Gieco, y considerada como un himno de la paz por ser interpretada por diversos artistas alrededor del mundo. Ha sido cantada magistralmente por Mercedes Sosa, por Joan Manuel Serrat, U2, y también por nuestra querida Shakira.

No importa si eres creyente o no, la canción es un llamado a no perder nunca nuestra humanidad (“Solo le pido a Dios que lo injusto no me sea indiferente”), es una súplica oportuna en estos momentos en que el estallido social del país nos llama a ser más empáticos con las luchas de los demás por encima de nuestros privilegios. La injusticia social está ahí, y se refleja en los rostros agónicos de quienes claman oportunidades por mucho que miremos para otro lado.

Y es que lo que está en juego es algo que nos afecta y nos compromete a todos. Por eso creo que no podemos ser miopes para leer esta crisis cuyas raíces son estructurales; no en vano somos uno de los países más desiguales del mundo, y vino una pandemia que detonó esa realidad, dejando más de la mitad de la fuerza de trabajo en la informalidad, 4 millones de personas desempleadas, y según el Dane, 3’6 millones de personas ingresaron a la condición de pobreza y 2’7 millones a pobreza extrema... y el paro, que empezó como una protesta contra la inoportuna reforma tributaria del Gobierno, hoy se desbordó en un gran estallido social que se expresa masivamente en las calles, como si estuvieran desafiando un virus peor que el COVID. Pero aquí pierden legitimidad los manifestantes, cuando instrumentalizan sus reclamos a través de bloqueos y vías de hecho que afectan el abastecimiento y ponen en peligro la vida y la integridad de muchas personas (las pérdidas para el sector productivo ascienden a más de $15 billones, la inflación de alimentos se dispara); y por el otro lado, el Gobierno, cuando desmerita y estigmatiza el paro, y responde con represión policial y el abuso de la fuerza pública a quienes pacíficamente se expresan en las calles.

Tenemos que escucharnos si queremos parar este espiral de violencia, la empatía no funciona de un solo lado. Y debemos hacerlo a través de interlocutores legítimos que generen confianza y que sean capaces de establecer puntos de encuentro que faciliten consensos.

Por supuesto, Cartagena no ha sido ajena al paro nacional, por eso, desde la administración distrital venimos adelantando mesas de diálogo con los distintos actores, a fin de garantizar el ejercicio del derecho a la protesta pacífica, sin que ello afecte la dinámica productiva de la ciudad

Termino, uniéndome a la súplica de la canción: “Solo le pido a Dios que el futuro no me sea indiferente, que la resaca muerte no me encuentre vacía y sola sin haber hecho lo suficiente”.

*Asesora Alcaldía de Cartagena.

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