Columna


Solsticio y Metanoia

CARMELO DUEÑAS CASTELL

21 de diciembre de 2022 12:00 AM

Hace muchos milenios el mundo temía la llegada de una oscura y gélida temporada. Un día como hoy, el solsticio de invierno, la humanidad sabedora de su dependencia veía con pánico un nuevo viaje del dios sol.

El solsticio de invierno no es más que la noche más larga y el día más corto. Menos horas de sol, más oscuridad, menos cultivos y cosechas. Así se temía que el sol se fuera para siempre. Con las resultas que muchas culturas hicieron cruentos sacrificios humanos esperando honrar al astro dios y con ello hacerlo volver de su periódico periplo, un viaje que podría no tener regreso. Sacrificios humanos y pantagruélicas comilonas y festejos. Oscuridad y frío se matizaron, desde entonces con rituales paganos y religiosos, luces artificiales y sombras naturales que promovieron un renacimiento físico y espiritual.

Festividades que, entonces y ahora, han permitido momentos de reflexiva meditación, de profunda introspección para sopesar logros y fracasos en contraposición con expectativas a futuro y generar propósitos de cambio y mejoramiento. Metanoia dirían algunos. La palabreja viene del griego (meta, más allá, y nous, de la mente) y sería un cambio de opinión o de rumbo. Filósofos y religiosos la consideran como un alto en el camino para corregirlo, tal vez incluso devolverse y tomar otra dirección. Un proceso de transformación, autocuración que todos podemos hacer en cualquier momento. Algo así le acaeció a uno de mis héroes favoritos, con tan solo 23 años, Juan Francisco Pico publicó sus 900 tesis en las cuales pretendió resumir todo el conocimiento humano bajo el título de “conclusiones filosóficas, cabalísticas y teológicas”. Nacido en Mirandola, pequeño pueblecito entre Milán y Florencia lo aprendió todo, ciencia, religiones, idiomas y saberes y lo plasmó en su gigantesca obra. La iglesia lo enjuició al no entender que lo que pretendía era conjugar religión y ciencia, fe y conocimiento. Optimista creyó que para el 6 de enero verían la epifanía de sus reales intenciones. Finalmente fue excomulgado, declarado hereje y envenenado con arsénico. La introducción a su magna obra, “Discurso sobre la dignidad del hombre”, es la más hermosa puerta al humanismo. En ella esculpió los pilares del Renacimiento: derecho a discrepar, respeto a la diversidad y crecimiento a partir de la diferencia. Más de 500 años después muchos desconocen y pisotean estos simples principios. Magistralmente reconvirtió el Génesis para resumir la humanidad: “Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos”.

Felices fiestas.

*Profesor Universidad de Cartagena.

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