Columna


Sonoridades de colores

WILLY MARTÍNEZ

17 de junio de 2020 12:00 AM

En La Salle de la Factoría -siendo niños- cuando el Hermano Juan llamó a lista empezamos a reconocernos por nuestros nombres y así iniciamos desde el aula ese maravilloso universo de la amistad. Los colegios del Centro Histórico olían a lo mismo: a murallas, cal, libros viejos, lápices, tiza, kola Román y pastelitos. Tuvimos clases por los salones húmedos por donde anduvieron piratas, donde durmieron marqueses, virreyes, esclavos y próceres. Ahí sentíamos el aroma propio de las cocheras donde descansaron por siglos caballos y mulas.

Como vieja tradición un toque de campana ordenaba el día. Este protocolo lo cumplieron Raimundo Angulo, el Gordo Pera, William Murra y Elber Chagüi. Ya mudado La Salle a la nueva sede en la loma de Torices, Raimundo Caviedes, Jorge Dáger, Kike Caviedes, Ismael Hadra, José Kappaz, Rodo Fortich y Álvaro Llamas subían al comedor de los curas al cuidado del Hermano Gaspar, ya viejo y cegato pero con un oído de tísico. Estos amigos se robaban las frutas que estaban en un canasto de centro de mesa. Gaspar sentía los pasos y armado de un palo de trapero, abanicaba la brisa y decía: “Eres tú Caviedes, ya conozco tu olor a cigarrillo, granuja”.

Un día el Hermano Eduardo (rector) puso en fila a los sospechosos y Gaspar empezó a olerlos. Después de olfatear a 30 alumnos señaló a Raimundo, quien alcanzó a comerse más de 100 platanitos en el año 68. A Raimundo Caviedes por su genialidad le decíamos “el Loco”. Tenía un modo de ser y reaccionar especial. Como fumador empedernido de “Pielroja” se sentaba en la taza del baño a fumar en el recreo. Las puertas tenían un espacio inferior en donde se veían los pies del ocupante. El Hermano Hermenegildo empezó a seguirlo y hasta se agachaba frente a la puerta para desenmascararlo. Al sentir el olor a cigarrillo le dio un empellón y gritó: - ¡Te cogí, Caviedes!- Raimundo impresionado respondió: -Eche pero qué le pasa a este cura, ya no lo dejan a uno ni cagar tranquilo.

Hermenegildo lo llevó al rector y para reafirmar los cargos, expresó:- ¡El humo del cigarrillo era insoportable y Caviedes destilaba cachimba, pura cachimba!-. Ante lo cual el Loco exclamó: -No Hermano Eduardo, lo que pasa es que el hermano Hermenegildo no me deja cagar en paz y yo tengo un problema cuando como bolas de tamarindo. Vea, hasta humo me sale por allá abajo. Esas salidas propias de Raimundo fueron famosas en Cartagena, nosotros lo recordamos con cariño y jamás podremos olvidar sus permanentes visitas al baño y sus estridentes sonoridades de colores con su peculiar olor a “Pielroja”.

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