Columna


Starbucks, Roseanne y los prejuicios implícitos

RICARDO TROTTI

02 de junio de 2018 12:00 AM

Todos tenemos algún prejuicio de raza, género, nacionalidad o estatus. Es difícil no etiquetar a los demás viviendo en sociedades que prejuzgan.

Muchos estereotipos están incorporados al subconsciente, son implícitos, como los define la psicología social. Afloran o los disparan ciertas experiencias. El intríngulis está en cómo dominarlos para no ofender ni caer en actitudes racistas.

A mediados de mayo se viralizó el video de un abogado que explotó en contra de dos empleados de un restaurante en Nueva York porque hablaban en español. Amenazó con denunciarlos y hacerlos expulsar del país.

Estereotipos así no son nuevos. Eran más frecuentes en otras épocas. La ventaja ahora es que tienen más difusión por el internet y las redes sociales, fiscales públicos de nuestro tiempo, y una mayor inclusión social surge después de una crisis de exclusión.

Esa evolución positiva, aunque no siempre concluyente, se vivió esta semana en EEUU. Starbucks cerró sus ocho mil locales para dar un curso de tolerancia racial a sus empleados, mientras que la cadena ABC/Disney despidió a la comediante Roseanne Barr por un tuit racista.

Le canceló la exitosa serie Revival, de Roseanne, tras calificar la actitud de su protagonista de “abominable, repugnante e incompatible”. El tuit de Roseanne, además de denigrar el origen musulmán de la ex asesora, era un tiro a la ex pareja presidencial Obama y a todos los afros: “Si los hermanos musulmanes y el planeta de los simios tuvieran un hijo= vj”, dijo.

Obama soportó descalificativos similares siendo presidente, pero el de Roseanne viene de una figura pública que se profesa fanática de Donald Trump. En ese racismo irresuelto, incrustado en el consciente y subconsciente colectivo, surgen críticas de que se mide con distinta vara a las personas según su aspecto, más allá de delitos similares. Ejemplo: violador en serie, el comediante afroamericano Bill Cosby, con el acosador en serie, el productor caucásico Harvey Weinstein.

Los problemas se retuercen aún más, cuando las etiquetas son de personas que por su función social y el mal ejemplo que pueden dar, deberían tener mayor responsabilidad. El presidente Trump es uno de los primeros que salta a la mente en este rubro. Sus tuits diarios son fuente inagotable de expresiones con prejuicios que generan reacciones. Puede llamar “animales” a los pandilleros juveniles, “violadores y asesinos” a los inmigrantes mexicanos, o “pozos de mierda” a países en vías de desarrollo.

Aunque en estereotipos el presidente no aparenta que cambiará, manteniendo su impunidad de expresión irresponsable, reconfortan experiencias como la de Starbucks. La media jornada de formación antirracial, aunque también quisiera minimizar el daño económico, suma al aprendizaje colectivo sobre el racismo y la tolerancia. Transforma un prejuicio implícito o explícito en conductas y actitudes positivas.

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