Había escrito estas reflexiones antes del alud político que vivimos hoy en Colombia. Y, a raíz de esto el presidente de la Cámara atina en lo que vengo insistiendo hace meses desde el inicio de este Gobierno, paren las discusiones de las reformas. Son retazos de reformas que van a llevar al caos, si es que ya no estamos inmersos en él. Pensé tomarme un tiempo entre semestre y semestre para opinar sobre el gobierno central, pero el trinar incesante y los palmazos en el Congreso, al parecer para enloquecer a todo el mundo, no dejan ver el desorden institucional al que nos estamos enfrentando. De la reforma al sistema de la salud además de los pupitrazos e inconstitucionalidades, los recursos del aseguramiento se ven enfrentados a la reforma laboral que no genera empleo, por lo tanto se pierde esa platica para la subsidiaridad y complementariedad; peor aun, la ministra de Trabajo dice que ella no está para generar empleo, por supuesto menos ahorro pensional y el aseguramiento no se van a dar. Franca contradicción. Reforma de la justicia ni se escucha mientras la paz total, hoy negada por el mismo presidente, queda en el limbo. ¿Quién va a asumir el reto la justicia ordinaria o la JEP que ya cumplió su tiempo? ¡Ya está por cuenta del VAR! Como si fuera poco la reforma tributaria gravó las fuentes de ingresos, el petróleo. Y el sector llamado a sustituirlo, el turismo, también fue gravado... ¿cómo se coge ese trompo? ¿ministros? Al paso que vamos no es posible saber ni los nombres cuando van cambiando, como cambiar de camisa. Seguridad, justicia y orden. Realmente no es justo decir que en este periodo comenzó el berroche y la sangría nacional, esta patología viene del 2010-2018, pero nuestras fuerzas militares llegaron a tener respetabilidad y admiración de los colombianos. Ver la moral de nuestros compatriotas soldados disminuidas y sin directrices “técnicas ni jurídicas”, duele. Otra cosa es cambiar para mejorar. Lo que se está proponiendo no son reformas, es cambiar todo. Y, cambiar un sistema laboral, salud, pensión o justicia, en un estado social de derecho necesita institucionalidad, presentar propuestas revolucionarias en el Congreso que sean para el beneficio de la República, léase los ciudadanos. Cada sector, como bien lo demuestra la ley general de sistema, necesita un proceso detallado, engranado, largo y estudiado con sabiduría. Se juega la salud de la República; considero que en el Congreso, los parlamentarios deben deponer sus intereses personales, que actúen con grandeza para las generaciones que vienen, y el Ejecutivo evitar destruir el Estado. ¿Será que todo este galimatías lo entenderá alguien? Les pido a mis lectores disculpas pero tratar de poner en una columna orden, viviendo el desgobierno, es tarea de creativos. Esto que pasa en Colombia es un sobresalto cada minuto, tanto que el día que hubo un temblor en la Costa me preguntó mi esposa: “¿Lo sentiste?”. Yo solo pude decir, sí, estamos en constante movimiento sísmico político.
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