Quiero hacer eco del importante llamado de Jaime Bonet, en su columna del 2 de febrero en este diario, a no reducir las causas de los problemas de nuestro sufrido sector público solo a la corrupción. Bonet señala elementos cruciales sobre los cuales también debemos poner la mirada: el tamaño del Estado, la disponibilidad de recursos, la calidad de los proyectos, la planeación de largo plazo.
¿Pero cuáles son las causas profundas, tanto de la corrupción rampante, como de esos otros factores que afectan el crecimiento económico y el desarrollo humano? ¿Por qué persiste la corrupción; por qué no se logran formular proyectos detallados que en realidad presenten soluciones viables y efectivas frente a los problemas sociales; por qué no hay una buena planeación de largo plazo?
Una respuesta concreta, probada por múltiples estudios científicos que han venido surgiendo durante las últimas tres décadas, es que la causa profunda de estos problemas se halla en las reglas de juego sociales que guían el comportamiento de las personas. Y las reglas de juego, en cualquier sociedad, no son solo formales, como la Constitución, las leyes y los decretos. Son principalmente informales, como los valores y las normas sociales; es decir, la cultura.
Usted puede tener las mismas reglas de juego formales en dos sociedades distintas, pero si la cultura varía entre una y otra, los resultados – los comportamientos individuales y agregados– serán diferentes.
Hay dos grandes y graves mitos sobre la cultura. El primero es que creemos que la cultura es sagrada, pues representa la herencia y constituye la identidad de las comunidades. El segundo es que pensamos que lo normal es inmutable, que la cultura cambia muy lentamente o que no puede ser transformada intencionadamente. Pero ha sido justamente la valentía y la visión de haber trascendido esa mitología lo que nos ha permitido obtener cada vez mayores logros sociales y derechos.
Hoy, como argumenté en mi columna anterior, Cartagena tiene una gran oportunidad de cambio. Pero aún no podemos decir que “aquí se dio un rompimiento total de las costumbres burocráticas clientelistas”.
Una clave fundamental para lograr ese rompimiento es que la administración distrital tome la decisión estratégica de aplicar las nuevas herramientas de las ciencias sociales y del comportamiento en la implementación de intervenciones de transformación cultural, tanto al interior de la administración pública, como en diversos ámbitos de la sociedad; y tanto en el diseño, como en la evaluación de sus políticas públicas.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB o a sus directivos.
*Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, UTB.
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