Columna


Un buen Alcalde

“Un buen Alcalde, genera confianza y de ella nace la cooperación, el civismo y el sentido de pertenencia por la ciudad (...)”.

JORGE RUMIÉ

16 de agosto de 2019 12:00 AM

Confieso que tenía unas ganas enormes de escribir una columna fuerte (o digamos catastrófica), sobre las terribles consecuencias para Cartagena si elegimos un mal alcalde en las próximas elecciones. En especial, cuando venimos dando tumbos -como mulo escorado- desde hace tantos años en nuestra administración pública. Sin embargo, no demoró en llegarme la vocecita atemperada de mi conciencia, quien me aconsejó: “Rumié, hazlo en positivo, que los mensajes optimistas se reciben mejor”. Y es lo que voy a hacer:

Un buen alcalde genera confianza y de ella nace la cooperación, el civismo y el sentido de pertenencia por la ciudad.

Cuando hay confianza en nuestro alcalde, los recaudos tributarios mejoran y se incrementan los recursos para la inversión pública. Un buen alcalde, además de incorruptible, escoge colaboradores honrados y eficientes, y la productividad y la ejecución se propagan en su administración. La eficiencia trae más obras y más obras motivan a los contribuyentes morosos a ponerse al día. El crecimiento propicia optimismo y el optimismo es contagioso, disparando la inversión privada.

Con un alcalde bueno, el Gobierno nacional tiene la motivación de trabajar en equipo con la administración local. ¿Y sabes por qué? Pues porque las buenas noticias también se propagan y el presidente y sus ministros serán los primeros en conocer las buenas referencias del mandatario. Y con la llegada de nuevos recursos, se multiplican las ejecuciones en salud, educación, servicios públicos, movilidad, vivienda, vías públicas, y por ende, en mejorar nuestra calidad de vida. ¡Todos ganamos!

Un alcalde exitoso es un mandatario empoderado y con el empoderamiento se viene su capacidad para ejercer la autoridad, la cual, déjame decirte, la estamos necesitando a gritos. Con un alcalde bueno se crecen las iniciativas ciudadanas y la gente se anima por participar y mejorar el entorno de su vecindario. La ciudad se embellece y el círculo virtuoso se expande, motivando, inclusive, a que elijamos a un nuevo buen alcalde.

Me despido con un mensaje “pertinente” y que todos deberíamos poner en las carteleras de nuestros edificios, universidades, iglesias y lugares de trabajo, para untarnos de realidad y que dice lo siguiente: “No es la política la que hace a un candidato convertirse en ladrón, es nuestro voto el que hace a un ladrón convertirse en político”.

Insisto, con un buen alcalde, todos ganamos. Pero, si elegimos mal, esto seguirá en la m... Así de sencillo.

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