Colombia y Venezuela no solo comparten una frontera de más de dos mil kilómetros, sino una historia común, desde tiempos inmemoriales.
Basta con esculcar el pasado para encontrar tantos momentos de amor y odios compartidos, momentos comunes. Tanto que tuvimos un mismo Libertador.
Simón Bolívar nació en Venezuela pero murió en Colombia, y uno no solo es de donde nace sino también de donde muere.
Cuando el Libertador arribó a Cartagena era solo un simple Coronel, y al salir de ella iba hecho todo un General. Es tanta la historia compartida que una vez tuvimos un mismo nombre y una misma constitución política.
Colombia y Venezuela, pueblos unidos que comparten un mismo destino y una misma tragedia. Hoy ambas padecen de regímenes, camuflados en aparentes democracias. Regímenes que en lo fundamental son muy parecidos, pero realizados con estilos totalmente diferentes; el uno vestido de smoking y el otro de overol.
En esencia no hay diferencias entre Nicolás Maduro y Juan Manuel Santos (JMS), lo único sí, la manera de hacer las cosas. Mientras el de Maduro es chabacano, tosco y directo, el de JMS es soterrado, ladino y perverso, siendo quizás este más peligroso, porque destruye mientras no se advierte.
Ambos disfrazados bajo aparentes gobiernos republicanos, pero en sustancia son solo tiranías. En ambos, la figura presidencial se ha convertido en una dictadura, soportada con altos niveles de descomposición, que implica enorme gasto público, ya que toca sobrellevar todo un andamiaje de corrupción, comprando conciencias y callando a quienes se opongan.
En ambos Estados, los poderes legislativo y judicial están cooptados y al servicio del régimen. En ambas naciones la prensa y los medios de comunicación están al servicio del Estado y han perdido neutralidad y objetividad. En ambas las fuerzas militares están bajo el dominio omnímodo del presidente como comandante supremo.
Es muy triste ver el destino de estas naciones, la que otrora fuera cuna de próceres e ilustres pensadores. Hoy comandadas por autócratas, la una disimulada a través de un acuerdo de paz con las fuerzas oscuras del narcoterrorismo. Y la otra, encubierta en una revolución neocomunista a la que llaman Socialismo de Siglo XXI.
Nunca imaginó Bolívar siquiera que en Venezuela, su discurso de una América Latina unida se prestara para tanta corrupción y tiranía.
Como nunca pensó Francisco de Paula Santander que en Colombia las leyes y las normas serían utilizadas como herramientas para instaurar una cuasi dictadura.
Qué etapa tan oscura para ambas naciones. Qué sino trágico el que nos une como si fuéramos espejos el uno del otro, como si tuviéramos que marchar juntos en esta mala hora hacia la desgracia, como si acaso fuéramos víctimas de un mismo destino fatal.
gabrielrodriguez@ibrinmobiliaria.com
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