Columna


Usemos la democracia

“La democracia no sirve para quejarse de los políticos, sino precisamente para sustituirlos por otros. Y esa sustitución no se da en las urnas virtuales, sino en las reales (...)”.

DIANA MARTÍNEZ BERROCAL

30 de julio de 2019 12:00 AM

Una de las exigencias que tiene la democracia, es que necesita ciudadanos capaces de utilizarla. Ella es como un smartphone, una tablet, o como cualquiera de esos aparatos de alta tecnología (que sin duda alguna son ingeniosísimos y están llenos de posibilidades), pero si uno no tiene un manual de instrucciones o alguien experto que le enseñe cómo manejarlos, no sirven absolutamente para nada.

Lo mismo sucede con la democracia, ella en sí misma es un instrumento extraordinario, pero necesita personas que la sepan utilizar; personas que sean conscientes de la importancia de ser ciudadano; de lo contrario, se pone en peligro el sistema entero, pues nos dejamos llevar por voces de mando, por dádivas o por cualquier promesa populista.

Por lo tanto, en la democracia hay que educar, y educar en defensa personal como dice Savater, porque es la única garantía de que nos va a ir bien a todos, de lo contrario seguiremos padeciendo las consecuencias de no saber elegir.

Y hablando de ello, nos encontramos precisamente ad portas del debate electoral del 27 de octubre, en cuya palestra se encuentran formalmente inscritos: 15 candidatos a la Alcaldía, cuatro a la Gobernación y otros tantos a Concejo, Asamblea y JAL respectivamente.

Y toda esta oferta se nos presenta (palabras más, palabras menos), como la gran fuerza que logrará la transformación administrativa que requiere tanto el distrito como el departamento.

Pero está claro, que frente a esas promesas existe una notoria desafección política. En el ambiente gravita una especie de apatía, de escepticismo... que sin lugar a dudas obedece al descrédito que ha tenido el manejo de lo público por tantos escándalos de corrupción. Y lo más grave es que esa desconfianza se refleja en los altos índices de abstención que son sustentados bajo la premisa: “Para qué voy a votar, si todos los políticos son iguales”. Permitiendo así, que esa minoría (que ya está asegurada dentro del sistema a punta de dádivas, OPS y contratos) sean los que elijan.

Por eso con toda razón Einstein decía: Es una locura pretender que las cosas cambien si seguimos haciendo siempre lo mismo.

La democracia no sirve para quejarse de los políticos, sino precisamente para sustituirlos por otros. Y esa sustitución no se da en las urnas virtuales, sino en las reales. Es allí donde se da el cambio.

Alguien me preguntaba con enorme preocupación: ¿Qué va a pasar con Cartagena?, y yo le contesté: en una democracia, donde los ciudadanos somos libres de decidir, nunca debemos preguntarnos ¿qué va a pasar?, sino ¿qué vamos a hacer?; porque aquí pasará lo que hagamos o lo que dejemos que pase.

*Abogada y analista política.

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