Columna


Verdades

CARMELO DUEÑAS CASTELL

14 de abril de 2021 12:00 AM

Un día como hoy, hace casi 900 años, nació, allí, al pie de la sierra morena, a orillas del Guadalquivir. Escritor, médico y filósofo, su aporte fundamental fue su interpretación y comentarios a la obra de Aristóteles. A pesar de prohibiciones ayudó, en parte, a forjar el pensamiento occidental. Averroes decía que a la verdad se puede llegar por diversos caminos y puede tener varias explicaciones. Sin embargo, por alguna razón no entendible, se le malinterpretó haciendo surgir de él la teoría de la doble verdad, la razón y la fe. Algo de Averroes caló, un siglo después, en Guillermo de Ockham, un monje franciscano, a la sazón también filosofo, quien propuso un principio que se extrapoló a la ciencia y a la vida misma y que, en resumen, dice que “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Sin embargo, en ciencia, la explicación más simple puede que sea la más probable, pero no necesariamente la verdadera. A veces, la opción más compleja puede ser la correcta.

Pienso en lo anterior al ver la verdad de un Estado que celebra cada millón de vacunados. Sin embargo, la otra dolorosa verdad es que vacunar 100.000 personas diarias implica que se requerirían 350 días, casi un año, para llegar a los 35 millones que, dicen, contendrían la pandemia, sin mencionar que ahora los jóvenes se agravan y también fallecen. La normalidad, que otros ya están logrando, nosotros la alcanzaríamos cuando ya tendríamos que haber empezado la segunda campaña de vacunación contra la COVI.

Es cierto, hay varias verdades: antes de la pandemia la salud, la economía y la vida misma eran muy desiguales beneficiando, con largueza, a pocos países; la sindemia, esta suma de todos los males, ha generado mayor desigualdad; con la aquiescencia de las organizaciones mundiales 75% de las más de 500 millones de vacunas se han administrado en 10 países ricos; los pasaportes de vacunados incrementaran aún más la desigualdad. El asunto es tan delicado que los estratos se separaran más y ya se habla de otra segregación (“apartheid de las vacunas”).

Aunque la teoría más simple lo sugiera, resulta pueril que sigamos solucionando las cosas con la misma herramienta primitiva de cierres y confinamientos que genera más pobreza, hambre y enfermedad. Tengo para mí que la teoría correcta, aunque sea más compleja y exigente es que la comunidad sea responsable y cumpla las medidas de distanciamiento (especialmente las mascarillas) y que el Estado haga del PRASS y de la vacunación masiva sus herramientas de desarrollo económico y sanitario. Averroes lo decía: “Cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la ciencia, la estupidez, la riqueza y la pobreza”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

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