Columna


Vergüenza

NICOLÁS PAREJA BERMÚDEZ

03 de agosto de 2017 12:00 AM

Este pequeño espacio no me permite señalar los aterradores hallazgos revelados la semana pasada por Cartagena Cómo Vamos. Pero fueron resumidos en varias páginas de El Universal, las que invito a repasar con detenimiento.

Después de revisar los datos, sobre todo de Educación, no puede haber un cartagenero por nacimiento o adopción que no sienta vergüenza. Pero si quienes no tenemos el poder político debemos sentirla, ¿qué esperar de aquellas personas y movimientos políticos que han dirigido o dirigen esta ciudad, y que deben responder por sus gestiones individuales o de grupo? ¿Se puede estar tranquilo sabiendo que, mientras nuestros hijos reciben la mejor educación de la ciudad, miles de hijos de nuestros semejantes están condenados a una educación de pobre, para pobres, la cual perpetúa que la inmensa mayoría esté condenada a la frustración, devenida del círculo vicioso de la estructura y mentalidad de pobreza, y la incapacidad para la lucha sana y colectiva por la prosperidad?

Los hechos son tozudos, y no hay discurso populista que pueda ocultar la evidencia de que nuestra dirigencia política es inferior a las circunstancias: no es tiempo de fingir golpes de pecho; andamos sobre un sistema que premia la mediocridad, el egoísmo, el afán de poseer sin escrúpulos, la fatua necesidad de ascenso social sin recato, que en el fondo es el más mezquino individualismo y en su corolario más infausto, que es el encubierto desprecio por la suerte de los pobres y de las generaciones venideras.

No nos engañemos: salvo honrosas excepciones públicas y varias iniciativas privadas y comunales, lo estamos haciendo muy mal. A pesar de ello, me tranquilizan las declaraciones del alcalde Londoño Zurek y del presidente del Concejo, coincidentes con la propuesta que distintas personas formulamos por diversos medios: la situación de Cartagena es tan grave y caótica, que no hay cómo salir de esta bomba de tiempo diferente a que, bajo un gran liderazgo (que Manolo no quiso o no pudo protagonizar), el actual alcalde (e) convoque a las fuerzas vivas a suscribir un pacto sólido, fijado al menos a cuatro lustros, y que se irradie después a nosotros, los ciudadanos, para superar la exclusión social y para que los pobres se integren al aparato productivo formal, convencidos de que la prosperidad compartida es un derecho que libera no sólo de las frustraciones económicas sino, sobre todo, al alma.

Lidere usted, doctor Londoño, este propósito, y déjelo de tal forma consolidado, que al retornar Manolo, encuentre que no hay mayor proyecto que la unión de todos hacia objetivos comunes.

*Abogado

npareja@np-asociados.com

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