Columna


Violencia inaceptable

SOQUI RODRÍGUEZ

25 de julio de 2020 12:00 AM

La violencia contra la mujer es una práctica casi “normal “en nuestra sociedad. Se presenta en numerosas facetas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física, sexual, psicológica y el asesinato, manifestándose en diversos ámbitos de la vida social y familiar.

El año pasado Medicina Legal hizo 26.059 exámenes por presuntos delitos sexuales, de los cuales el 85% fueron realizados a mujeres. Ese tipo de violencia ha mostrado un incremento en el país. En el 2019 presentó un aumento del 11,2%. Y aunque no todos esos registros resultan siendo casos comprobados de abuso sexual, según las autoridades, sí son un termómetro de los graves casos de violencia sexual en Colombia. Recientemente se han hecho públicos casos en quienes deben ejercer autoridad son los victimarios.

Además de los lamentables casos de atentados sexuales que se están presentando en el país, los feminicidios también preocupan. La violencia de pareja y interpersonal fueron los delitos que más se registraron. La violencia hacia la mujer se da en todo tipo de estratos sociales, nivel económico, nivel de estudios, franjas de edad...

En nuestra cultura es muy común el hombre maltratador que acentúa su agravio con el licor. Se trata de una ideología machista, patriarcal y de dominación. Tradicionalmente el hombre ha sido educado con base a la idea de que la mujer, de alguna manera, le pertenece, es inferior o es algo que puede manejar. Los agresores usan ese presupuesto ideológico para justificar la violencia que ejercen a pesar de que vivimos en un país en el que las mujeres son cabeza de familia, las que educan y las que se hacen cargo de los hijos.

¿Por qué cuando van por la calle y las agrede un desconocido entendemos que se está cometiendo un acto ilegal y, en cambio, cuando las agrede un conocido, nos parece que es algo más legítimo? Se trata de alguien que está transgrediendo el ordenamiento jurídico y las normas de convivencia. Abusar de una mujer es igualmente malo si se hace público o privado.

A pesar de que existe la legislación que nos protege es importante que la mujer sea empoderada y que se eduque para ser respetada a todo nivel. Es ella quien debe poner límites aun a su propia pareja, hijo o jefe. El cambio cultural debe empezar en casa. Debemos educar a nuestras niñas para que denuncien sin miedo a perder el trabajo o el marido. Hay que instruir a las mujeres para que crezcan sabiendo que un grito es violencia, que ofender es violencia y que el sexo no consentido es violencia.

Priorizar la salud mental no es egoísta. Elegirse por encima del vínculo que se tiene con alguien que nos daña tampoco. Nuestras mujeres deben saber que hay momentos que aferrarse a lo que no hace bien no vale la pena.

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